jueves, 14 de febrero de 2019

Tú eres tu alma gemela


Hace tan buen día en pleno febrero. El sol en la piel me trae la imagen del stand giratorio de la librería cercana a casa y el exquisito sabor de las fresas. Me subo a la fugaz raya blanca que veo en el cielo antes de que se borre del todo para ser pasajera de ese avión, sin importarme su destino. Cuando hace tan buen día lo que acaban volando son los miedos. 



Tú eres tu propia alma gemela, olvidarlo sería un error que nunca te perdonarás. Eres capaz de hacer que los días nunca parezcan iguales. Que la casa no se venga encima o que la prisa de las calles se acabe en algún momento. 


El silencio existe para escucharte.

La soledad no es nada sin ti. 



Una vida sin sueños no es una vida. Puedes cambiar la palabra “sueños” por lo que tú quieras y en ese juego hallar infinitas respuestas. Este examen cuenta para nota. Mide las pulsaciones. Se detiene en las revelaciones. 


Una vida …………… no es una vida


Un sueño puede ser una sensación, una certeza, una intuición. Es un sabor, unos vellos de punta, una mirada, una lámpara que se apaga, una vela que se enciende, un teléfono que suena, una buena noticia. Es "eso" que logras acabar, ESO que no te deja dormir. Las palabras que tocan incluso al desconocido que las lee. 
Un sueño es un instante de felicidad.



Escribo desde que llego a recordar. Me sienta bien. Luego llegó un trabajo en prensa y me enamoré. Más tarde en la radio y me enamoré. Más adelante en la televisión y me enamoré. Y crecí. Y tuve que descubrir otras profesiones. Y me enamoré huyendo de ellas porque no me hacían feliz, pero agradeciéndoles en la mano del adiós haber formado parte de mi vida. Puedes enamorarte tantas veces. De ti y de tus sueños...



Como almas gemelas debemos abarcar todo el amor inexperto y aprendiz que podamos. Alguna vez, conseguimos tocar el cielo después de intentarlo. Pueden pasar años, pero una vez que se consigue no puedes huir de ese recuerdo. Haz que se quede contigo.


La vida sin sentir ese nudo en el estómago no es vida.


Permanece a tu favor. No estés en tu contra. Da igual si es 14 de febrero, 8 de marzo, 1 de abril, 11 de julio, 13 de septiembre, 9 de noviembre o 31 de diciembre. Debemos querernos cada día. 



El título de aquel otro post La actitud que desafía a losrascacielos nació a los pies de las Torres KIO, mientras entregaba currículos por Madrid. Yo era una pulga correteando por los miedos que parecían salir de mi cuerpo. Pero no tenía nada que perder.


La vida no es quedarte en esa llamada que nunca fue. La vida es preguntarte por qué deseas lo que deseas, por qué merece el esfuerzo, por qué ese “algo” dentro de ti te impide abandonar. 


Hoy hace TAN buen día como cualquier otro para quererte. Más que nunca. Para hacer de tus instantes memorables momentos de auto amor. Tira los látigos, deja de castigarte. 

Nunca estarás solo o sola si estás contigo. 


No te defraudes. 
Súbete a esa raya en el cielo y síguete la pista. Puedes ser cualquier avión y destino. 

Puedes ser lo que quieres ser, lo que te propongas. Tú y solo tú eres el amor de tu vida.


viernes, 8 de febrero de 2019

Guarda el mar en los bolsillos


Cojo el abrigo del armario. Noto más peso de la cuenta. Meto la mano en el bolsillo y encuentro una concha y una piedra blanca. Acuden raudos todos los recuerdos del fin de semana anterior. Tú y yo paseando por el paseo marítimo Antonio Banderas de Málaga. Aquella pequeña mesa para dos al fondo. Tú dejándome el asiento con mejores vistas al mar y mirando la playa en mis ojos, y que eso te bastase. Yo, feliz de ser tu espejo marinero.


Recuerdo en el paladar la textura del pulpo a la brasa que compartimos. El sabor de nuestro acierto a la carta, a pesar de haber sido un delicioso despiste creyendo que habíamos pedido calamar. Aquella suerte de gambas que sustituyeron al espeto agotado. Aquel café con tarta cuando el bullicio ya se había marchado a casa. 

El flequillo blanco de un turista rezagado al viento, el olor a humo de la barca cercana. Todos aquellos instantes en uno solo paseando luego por la orilla, donde recogí aquellas piezas de la arena. Las olas no me dejaron escribir tu nombre pero allí estabas, pidiendo que nos fuéramos porque hacía frío y a la vez deseando que aquel momento no acabara nunca.


La misma sensación que sentimos cuando estamos frente al mar. Que no acabe nunca este instante de felicidad.

“Para finales de siglo, gran parte del mar habrá cambiado de color”, leo en un artículo de El País. Y, antes de nada, busco explicación en el pie de foto para esa bella nube turquesa que muestra la ilustración y que me recuerda al Caribe, aunque nunca haya estado bajo aquellas palmeras. Es un vídeo y lo pongo en marcha. En verdad es una imagen aérea de una explosión de algas en el Golfo de Vizcaya.  

Buscando titulares sobre el mar para inspirar mi idílica historia, la reproducción me pone los pies en el suelo. El cambio climático está alterando la vida marina que hace posible que el mar sea azul al contacto con la luz. “Cambiará de tonalidad, pero seguirá siendo azul”, dicen los expertos.


Los investigadores aseguran que “el calentamiento global lo están absorbiendo los océanos”, que los microorganismos siguen necesitando la luz de las profundidades y que si no hacemos nada con las emisiones de CO2 nos cargaremos el ciclo de la vida oceánica.


El ojo humano apenas se dará cuenta que el CALOR está matando la vida marina. Otros recuerdos menos agradables le dan la patada a los del pasado fin de semana. Pasear por la orilla y ver los restos de un botellón, nadar y encontrarte flotando una bolsa de plástico, descubrir latas oxidadas entre las piedras, las imágenes de animales muertos o atrapados por nuestra irresponsabilidad.


Pero, tranquilos, que el mar seguirá siendo de color azul.

Ahora mis recuerdos se alejan de la orilla y se sumergen. Se enredan con las plantas marinas, se posan en la base arenosa. En ese viaje circulatorio oceánico acabo sintiéndome como un submarinista que, de repente, se queda sin oxígeno. La bombona sin aire se ha llenado de incomprensión, temo que el aleteo de mis pies no regrese a ninguna superficie o que ésta no esté como la recordaba.

“Todo empezará con un cambio en el tono azul del mar”, dice un biólogo marino. “De hecho, ya está empezando a cambiar”, asegura otro. Pero el mar seguirá siendo azul. Cuando me siente frente al mar y me mires, en mis ojos seguirá siendo azul. De seguir así, en el año 2100 más de la mitad de la superficie marina se verá distinta, pero, las siguientes generaciones apenas se darán cuenta. Porque el mar seguirá siendo azul.


La idílica panorámica a salvo para nuestro egoísta regocijo, para hacer la foto de rigor, para quedarnos en la superficie. Y lo repetimos como un mandamiento para esquivar la conciencia: el mar seguirá siendo azul. Lo que nos hace sentirnos seguros: el azul del mar visto desde la orilla, llevarnos arena para casa, alguna que otra concha, un recuerdo de horizonte en línea recta y hasta el infinito. 
Y al corazón de la mar ¿Quién le da seguridad? Quién lo resucitará.