viernes, 19 de octubre de 2012

Los viajes despiertan sensaciones inesperadas

No es necesario irse muy lejos, ni tampoco planearlo de antemano, ni siquiera hace falta querer que ocurra. Un viaje puede marcarte de una manera especial y por miles de razones diferentes. Despiertan en tí sensaciones inesperadas. Así como cualquier camino puede llevarte al destino más especial del mundo, si dejas que tus ojos saboreen el paisaje. Lo más simple puede captar tu atención, dejarte sin aliento o hacer que sonrías recordándolo.



Así, si cierro los ojos, aún puedo notar el balanceo de la góndola que me llevó de paseo por los canales de Venecia; la emoción de ir corriendo a recoger las firmas de los personajes de Pluto y Mickey en Disneyland París; de las horas buscando a Peter Pan por High Park, en Londres, escuchando mis bandas sonoras favoritas; del frío de Pampaneira aquel domingo con mis Padres; del tacto de la arena de Caños de Meca, en Cádiz; del paseo por Málaga camino al Tintero a comer pescaito; de la preciosa vista de Montefrío al ir llegando por carretera; de ese gran techo de estrellas que brillaban aquella noche por encima de la Sagra, en la Puebla de Don Fadrique; del paisaje desde el Balcón de Europa, en Nerja; de las escaleras hasta subir a la Cruz del Santo en Almuñécar...  Hay viajes que te marcan de por vida sin apenas pretenderlo. Hay sensaciones indescriptibles que guardas entre tus recuerdos más especiales.

Como la casa que conoces puede tener mañana un matiz distinto desde la ventana, pero no por eso dejará de ser tu hogar, cada destino guarda para ti palpitaciones que ya formarán parte de lo que eres, por siempre.

Recuerda que el escenario puede ser idílico, solo porque estás pisando tierra firme y a la vez sintiendo que el suelo se separa de tus pies. Es esa sensación de pensar que no te gustaría estar en otra parte, salvo en ese lugar, en ese momento. Como la sensación de estar enamorada y ser correspondida, un continuo viaje en el que a la vez sientes que has encontrado tu hogar para siempre. El lugar al que vuelves después de cada partida, el sitio donde te sientes a salvo y feliz.


Lo más mágico del universo puede estar en nuestras manos a pocos kilómetros de donde nos encontramos.