domingo, 19 de junio de 2016

El verano se revela



Llego al coche y entro. En la calle no hay nadie, es de noche y todo se ha calmado tras el viento de todo el día. En vez de arrancar para irme, paro un segundo a escuchar con la ventanilla bajada. Solo se oye caer el agua, supongo que de alguna piscina cercana. En el cielo solo brilla una estrella, las demás quedan ocultas entre el resultado del frenético día de hoy. Es tarde, cierro los ojos, podría quedarme dormida de no ser porque debo volver a casa. 

En cuanto enciendo el contacto vuelve el estrés. La carretera se queda pequeña, tengo que volver a casa para  volver a encapsularme en otro instante de tranquilidad. En realidad no es otra cosa que cansancio. ¿Cómo he alcanzado el pequeño espacio de paz que llevo buscando todo el día sin buscarlo? -solo parándome a escuchar. 

Llego a casa y más estrés. La cochera sumida en la oscuridad. Siempre me asustan los garajes o parkings solitarios a oscuras, supongo que el cine hace mucho daño o que simplemente tengo una manía no infundada. La habitación desordenada, víctima otra jornada más del caos inevitable. Todo me invita a frenar en seco cuando en mi mesilla veo el libro que tengo abandonado. Cuantas historias aún por descubrir y que tenemos delante todo el tiempo. La estrella sigue brillando y yo aquí entre el desorden, aquí en mi vorágine del día a día que me grita para y déjalo estar. 

La noche trae revelaciones, entre ellas la propia vida que dice aquí estoy, hazme algo de caso. Eres tú el que me necesita antes de dormir, me dice. Yo te enseño lo que queda del día, solo una estrella, solo un destino. El camino a tus sueños que quedan muy lejos de este cuarto lleno de recuerdos. 

Pero en el sumo cansancio te rindes finalmente, a pesar de las vueltas que das por el calor sofocante del verano nocturnal. Después de cerrar los ojos la lámpara de la mesilla de noche despierta. Y lo hace una y otra vez, debe estar ya cansada de que juegue con ella. Pero, en susurros, le leo lo que escribo bajo su protección y ya se relaja y se deja hacer.
Es bonito dormir junto a las líneas que escribes durante una noche de vigilia. Es una de esas ocasiones en las que tus sueños nocturnos agradecen la compañía. Hay cosas que simplemente son una sola, lo que eres tú y que no es de nadie más.
“Esta noche no existen los despertadores”, me escribió esa noche un amigo a través del móvil. Era tarde, pero ahí seguíamos intentando arreglar el mundo, tanto que, mientras ocurre, sientes que mañana comienzas de nuevo a intentar buscar tu auténtico camino. El resultado sigue haciéndose de rogar. Solo sé que siempre choco con una pared y nunca sé cómo romperla, pero sigo abriendo ventanas porque me gusta ver el atardecer. Imagino que debe ser cosa de soñadores, que se van distrayendo con cualquier cosa bella con la que topan. 

No es que me gusten las noches en vela que provoca el calor del verano, lo que me encantan son las reuniones que hacen que rellenes con buen sabor de boca ese tiempo que “pierdes” dando vueltas en la cama. Y sobre todo me ganan las conversaciones que me obligan a mantener el nivel de mi adversario, aunque solo tenga ocho años. Os pongo en situación. 

Era sábado y mi prima María vino a casa a pegarse un chapuzón en la piscina antes de marcharse a casa de su abuela a comer. Para que no estuviera sola me metí un ratito con ella, solo un rato porque ya eran casi las dos y tenía que comer para irme al trabajo. Así se lo dije con mal pesar. Ella me miró muy seria desde el agua, y me paró en mi camino hacia el interior de la casa con una pregunta directa. -¿Prima y tú en que trabajas?. Volví sobre mis pasos y me acerqué a ella. Su cara era un completo signo de interrogación personificado. Tenía el ceño fruncido y la boca abierta. Le interesaba mucho lo que yo pudiera contarle de ese lugar que a ella le resultaba un misterio. -¿Has visto los tomatitos chicos que hay metidos en un envase de plástico en un supermercado?, le pregunté. Ante su respuesta afirmativa le dije, -Pues yo los meto en ese envase. -¿Y lo haces a mano o lo hace una máquina?. (mi grado de fascinación acaba de alcanzar su punto máximo). –Pues a veces lo hago a mano, pero casi siempre lo hace una máquina. – Y a ti ¿Qué te gusta más, hacerlo a mano o a máquina?. –Pues a mano es más divertido pero de la otra forma también puede serlo. Antes de que caigan a la máquina nosotras los limpiamos y sacamos los que están mal. -¿Y nunca se escapa alguno? (Ahora sí que estaba asombrada con su manera de procesar la pequeña información que le iba suministrando). –Puede pasar, sobre todo cuando hay mucha prisa para terminar el pedido. Pero hay alguien de calidad que se encarga de revisarlos para que vayan bien, le expliqué a aquella maravillosa cabecita pensante que había logrado capturarme con su ocurrente conversación. Ahí quedó todo por culpa de las prisas. Las oportunidades que no logran continuarse en el tiempo son dolorosas, aunque te obsequien con un ínfimo instante de majestuosidad.

Pero luego regresó el temido estrés. Y peor aún, la pena de pensar que éste siempre lo fastidia todo o, peor aún, deja a medias el momento más interesante de tu día. Le debo a esa niña de ocho añitos más tiempo calmado del que hasta ahora he podido darle. A veces, ves nítido quien merece recibir más, quién te reclama solo con una mirada, quien te hace cuestionarlo todo hasta alcanzar la verdad. 

Como veis, mi entrada al summer time (no es que esté pensando irme de compras al corte inglés) está siendo algo movida. Movida sentimentalmente hablando. Muchas cosas en que pensar, muchas ideas que desarrollar y ganas de emplear mi verano en momentos enriquecedores y en aprendizajes útiles. Continuar con una rutina que me haga sentir mejor y que consiga que continúe creciendo hacia mis objetivos.  


Sobre todo, quiero encontrar cosas y que ellas me encuentren a mí con una serendipia desbordante. Quiero a mi alter ego reclamando su espacio y trabajando por hacerse un hueco en mi vida. Y sobre todo continuar envidiando a ese gato que, tras andarse por las ramas, pega un salto certero en el suelo y continúa deslizándose como si nada por este mundo de callejones angostos. Siempre he sido más de laberintos en los que te encuentras flores naciendo en cualquier parte insospechada.

domingo, 5 de junio de 2016

Mono de galleta



Ayer fui a tomar café. Me dieron una galletita de esas que van envueltas, solas y desamparadas. Solas porque son muy independientes y es solo un detalle del establecimiento aunque tú ya tengas hambre de merienda y no te valga para cubrir el agujero de la muela. Y desamparada porque miles de veces se queda encima de la mesa sin que nadie le haga el menor caso. Es muy dura la vida de esas galletitas, dependen de tu estado de ánimo e incluso de tu bajo nivel de azúcar en sangre. La prueba es que yo soy de las desamparadas y ayer la devoré con la risa tatuada en la cara. Me gusta cuando comemos sonriendo, eso seguro que pasará a ser una feliz digestión. 



Lo verdaderamente especial es que no era una galleta cualquiera. La breve historia de esa galleta (creo que me deberé arrepentir de ese breve) que amenizó mi tarde junto al mar, es que abrí el envoltorio al revés, o del revés (por eso de hacer un guiño a esa maravillosa peli de Pixar). Los personajes ayer estuvieron de fiesta en mi imaginación. Vale, ya os cuento. El caso es que vi el dibujo de la galleta al contrario y vi claramente la cara de un mono. Pero no un primate cualquiera. Enhorabuena a Paul Frank que ha conseguido publicidad en mi blog al que siguen decenas de suscriptores. Qué facilona soy para hacer publi gratis. Necesito un favor de vuestra parte, decidme si estoy loca o realmente hay un mono en la imagen de la izquierda. Ya sé que hago trampa colocándoos el logo de Frank al otro lado, pero así es la vida. Vale, tapad ésta última con la mano y sed sinceros (y de paso me dejáis un comentario en el blog aunque tengáis que hacer cola). 





Mentiría si dijera que mi mundo se vino abajo cuando me dijeron que en el dibujo lo que salía en realidad era una taza. Acabáis de mirar la foto al revés para ver la taza ¿eh?. Y si no lo habéis hecho esta pregunta queda absurda en el post. El caso es que compartí mi (cuanto menos) divertido hallazgo con Pedro y Ricardo que me acompañaban y sentí un atisbo de desilusión cuando no pusieron cara de estar en mi misma onda, aunque me sentí más acompañada en mi locura cuando Ricardo me dijo que él veía la cabeza de Papá Noel. ¿Habéis vuelto a mirar la foto?. Creo que no entendieron nada y en mi fiesta de imaginación uno de los muñequitos de Pixar estaba apartado en un rincón bebiendo tequila para olvidar. Fuera de eso, yo estaba en mi nube haciendo el pavo (por qué no admitirlo), y disfrutaba de la confusión porque me había regalado un momentazo de Paqui producciones. No es que haya acabado montando una empresa, es que tenía que bautizar de alguna forma esas cosas que me pasan porque sigo sin encontrarle sentido. Simplemente hacen que no necesite echarle azúcar al café. Será el café, será el mar, será ese momento de ciencia ficción, (sí le he plagiado un poco la canción a Amaral) pero en ese instante moría por bailar y hacer el ganso. 


Todo tiene una razón, y es que durante el café sonó una canción que hizo que atrapara el momento en la cápsula del tiempo. Y no sucedió como cuando intentas pillar una mosca entre tus manos (para los que lo hagan), sino cuando una araña pasa las horas en su tela sin ser consciente del peligro de que puedan verla. Estaba a gusto, plena y regocijándome en mi felicidad íntima que solo yo entendía. Hay cosas que te atrapan como un imán. Definitivamente el título de la canción ya está en mi check list. Creo que tiene un punto dance. Yo no entiendo mucho de estilos musicales así que si digo puntito lo mismo es un estadio de fútbol. Eso me pasó con la galletita y con la canción. Ahora entiendo a mi amigo Pedro cuando me dice que tiene mucho mundo interior. Será que tengo un universo dentro porque cada cosa que me pasa se me antoja como una estrella que sigue brillando aunque el mundo no la vea. 


Esta mañana haciéndome el café he puesto en marcha el Spotify para volverla a oír. La canción inevitable bailarla, pero no de cualquier forma. A mi me produce ganas de hacer el robot. Entendedme. No de esos, estilo muevo las manos a cámara lenta en broma (algunos lo tiene como deporte en la discoteca), me refiero a aquellos modernos que hacen los mismos pasos pero con movimientos rápidos elegantemente. Por concluir, como se baila el dance estilo campo de fútbol. Asi que ahí estaba yo esta mañana calentando la leche para el café mientras hacia el robot estilo moderno. Básicamente dejando que el ritmo de la música guiara mis pasos. No había nadie en la habitación y me sentí poderosa ante ese momento. ¿Cuántas veces se puede decir que estas sola con tu pavo, libre para imaginarte monos donde no los hay?. Lo bueno es que aunque dijera lo del mono en voz alta mis acompañantes en el café no me tomaron por loca, es una suerte toparte en la vida con amigos con los que puedes pensar en alto y no salgan corriendo despavoridos. 


Agradezco que spotify pare las canciones de forma gradual y sobre todo que Shazam logre coger la canción de la que me he enamorado desde un altavoz en la playa en un día de oleaje. Tanto como para hacer aún más idílico el estar al lado de una escuela de surf. Y de nuevo otro pequeño chispazo cuando ví la portada de la canción al sentir que yo bien podría imitar a la chica en ese mismo instante. Sola con las olas, con mi canción ¿dance? Comiéndome mi galletita de mono.Y, sí, con el tutú también.