lunes, 8 de enero de 2018

La lluvia que rie en blanco y negro



La lluvia me hace sonreír. Lo hace sin esfuerzo, solo cayendo en el exterior de esta húmeda mañana taciturna. En todas las infinitas maneras que existen de despertarse hay recuerdos. Y el recuerdo de la lluvia se alarga en estas horas frías en casa. Recuerdos matinales. Del sonido de un despertador un segundo antes, del microclima del nórdico al pisar el suelo, ya destapada, en busca de las zapatillas de casa, del sonido del agua cuando abres los ojos, de un sueño del que intentas descifrar su significado. Hoy mi recuerdo es la lluvia.  La lluvia riendo conmigo.


Los árboles mojándose, los embalses llenándose, las calles vacías, el árbol de Navidad aún encendido, los reyes magos buceando en el acuario de Sevilla, la nieve en Granada, una despedida en el aeropuerto de Málaga, recordar la bonita dedicatoria de mi amigo invisible en Motril junto a los míos. 



Hoy el tiempo es un valor incalculable en casa. De rayos y truenos momentáneos bajo la luz del flexo con el único sonido metálico de la lluvia sobre la barandilla. Se proyecta puntiaguda a través del cristal. 

Resuena el agua y las gotas dibujan espirales en el muro que bordea la terraza, desde donde se cuela la magia y moja todo. Hasta los caracteres que se crean tras el puntero de la pantalla. La humedad se queda en mis manos. Son ahora de piedra, flexibles por momentos solo capaces de escribir al calor de la cera de la vela que embriaga el instante. Manos que coges tú cuando nos acurrucamos bajo la manta para calentarlas mientras vemos alguna serie desde el sofá y la noche avanza hasta irnos a dormir. Y el recuerdo de las frías sábanas ya desaparece al cerrar los ojos.

Escuchar el intermitente goteo sobre el techo tranquiliza y agradezco la intimidad de la oscura casa, sin sol que la ilumine por las ventanas. Me veo como la solitaria que quiero ser hoy, sin que nada más importe. Ahora también mis pies que ya no sienten los grises calcetines. Grises como el cielo, helados como mi memoria. Siempre intentando congelar todo a su paso.

Y sobre el gris, los recuerdos rojos y morados de la Navidad.





La vida se presenta en blanco y negro, como en las películas donde la actriz luce elegante con sus ondas en el pelo y vestido de época. Sin más arreglos que esa cara de porcelana y esos ojos melancólicos. 

La lluvia te invita a "no quedarte con las ganas de hacer algo". Aunque sea algo absurdo, aunque solo lo entiendas tú.  

Los árboles se ven en el mármol del balcón gracias a la lluvia. Espejo de la naturaleza mientras se moja. Y al entrar en la habitación una pluma se ha caído del nórdico al suelo mientras hacía la cama. Y sonrío. Río por la lluvia que he visto y por el blanco de la suave textura de esa pequeña pieza que no ensucia la habitación. Porque la hace más bonita al haber salido a ver caer el agua. Y mis manos se han calentado al iluminar las letras. Una frase. Ríe la lluvia. Y me hace feliz este pequeño instante de luz entre las sombras.