jueves, 6 de diciembre de 2012

¿Me quieres?

Un recurso muy usado en los guiones de las pelis románticas es aquel en donde el chico protagonista, hablando de la chica en cuestión, cuenta los tipos diferentes de sonrisas que tiene ésta. Siempre suele decir:  tiene una cuando está feliz, otra cuando le gusta algo, etc, y ya culmina con la mejor... "y otra cuando me mira a mí", que es cuando ya se nos termina de hacer el nudo en la garganta. Un ejemplo de ese tipo de escenas la encontré en "El chico de tu vida", una película donde el pobre protagonista sufre todo el tiempo cuando ve peligrar la posibilidad de tener algo con su mejor amiga, de la que lleva mucho tiempo enamorado en secreto. Una historia que puede parecer manida pero a la que añaden esa escena que la hace especial.

¿Y por qué me he acordado de esto?, pues a raíz de pensar en tantas formas distintas que tenemos de demostrar cariño a alguien. La forma más curiosa de todas duerme en el cuarto de al lado. Si en las pelis románticas, las protas tienen seis, cinco o hasta mil formas distintas de sonrisa, mi hermana María tiene un millón de maneras diferentes de decirme "te quiero". Y, como ella misma ya intuirá, la que más me gusta lleva consigo una pregunta que ella adora que le respondamos. De repente, en cualquier momento puede soltar... -¿Me quereis?, y mi madre y yo (a quienes casi siempre va dirigida la pregunta), solo sabemos ya sonreirle y contestarle que no :) (en broma, claro). Es que es para decirle, -Pero, ¿tu qué crees?.

Y hablando de quererse, no puedo dejar de contaros lo más bonito que he vivido hoy. Mi protagonista tiene incontables sonrisas y cuando me mira y me dedica cualquiera de ellas, lo demás deja de existir. Se llama María también y tiene cinco añitos. Todo ha ocurrido de lo más natural. Estabamos toda la familia junta y yo le he dicho a alguien (no recuerdo a quien ni por qué) -Es que no me quieres...(en broma). En ese momento, ella que estaba a mi lado, me ha dicho... -Pero yo sí.

Recuerdo todas las veces que le preguntaba, -María, ¿me quieres?, y ella se reía y se iba corriendo, pero nunca me contestaba. Hace tiempo que había dejado de preguntárselo y ella ha encontrado hoy su manera particular de decírmelo, y ha sido memorable.

Y para que me creáis, aquí os dejo su sonrisa.