viernes, 23 de mayo de 2014

La mujer que inspiró un éxito

Cuantas veces le habré cantado a mi amiga eso de Noelia, Noelia, Noelia, Noelia, Noelia... esa preciosa canción de Nino Bravo. ¿Quién será la mujer con ese nombre a la que Nino le cantaba con tanta pasión?, me he preguntado más de una vez al oírla.

La voz de Luis Manuel Ferri Llopis se apagó para siempre un 16 de abril de hace 41 años a causa de un accidente de coche cuando se dirigía a Madrid desde Valencia. Sus preciosas canciones, su voz inigualable y esa forma de interpretar las letras de tantas y tantas melodías que nos dejó. En el recuerdo, sus pantalones de campana, sus camisas entalladas y con cuello grande y picudo. Él se marcho demasiado pronto, dejando huérfana a la balada romántica. Y con él se fueron muchos secretos, pero algunos se han ido conociendo con el tiempo.

Como el misterio de su, tal vez, mayor musa. La famosa mujer cuyo nombre inspiró un éxito. Quizás, quien sabe, la esperanza de un amor que solo quedaría en el papel y en aquella letra que Nino escribió pensando en ella. Ese "no si vendrá, más yo la espero", ese "hace tiempo que sueño con ella". Esa búsqueda en la playa y ese grito en el silencio que se apagó en la imaginación de un artista que encontró su estrella fugaz en el firmamento de la música.

De soñar despiertas pensando en las vacaciones. Ya lo decimos en el trabajo, la larga jornada da para muchas conversaciones e historias. De eso iba nuestra "charla" en aquel momento.
         -Yo estuve en Tenerife, hospedada en el Hotel Noelia, me contaba una compañera. 
-Y estando en la isla me enteré que la dueña del hotel fue musa de Nino Bravo.


Se llama Noelia Afonso y fue Miss Tenerife en 1969 y Miss Europa en 1970, participó en Miss Universo 1970. Su belleza tinerfeña no dejó indiferente a nuestro querido Nino Bravo, que supo convertir su sueño en canción. Un nombre en éxito. Supo hacer de su musa la nuestra, llegando al corazón de todos los que eran sus fans y todos los que lo descubrimos cuando ya no estaba entre nosotros.

En una entrevista en 2009, su musa contestaba así a la pregunta del periodista, ¿Cómo se siente una mujer al ser tan inspiradora?.
- Muy bien. Debo ser modesta, sólo inspiré la canción de Nino Bravo y me enorgullece porque es preciosa. Pero más que por mí, la inspiración fue por mi nombre, que en aquella época era desconocido.

Es lo que ocurre cuando se sueña despierto, que lo que sueñas se puede convertir en éxito.



No sé si tendréis a vuestra musa Noelia particular. La mía cumplió treinta añitos esta semana, así que le dedico este post.  ¡Felicidades preciosa! Tqm :)





lunes, 12 de mayo de 2014

No pongamos barreras en nuestra ciudad



Ascensión no es un caso excepcional, su historia es la de una joven, como tantos otros, que depende de una silla de ruedas para poder desplazarse por la ciudad de Almería. Tiene 38 años y trabaja en la FAAM, la Federación Almeriense de Asociaciones de Personas con Discapacidad, desde hace 11 años. Le encanta ir a la playa, sin embargo solo puede hacerlo del 1 de julio al 15 de septiembre, cuando están disponibles los puntos accesibles en las playas. “Ahora estamos a 30 grados y tenemos muy buen tiempo, pero no podemos ir a la playa hasta el 1 de julio”, se lamenta. “Me gusta mucho la playa, pero en Almería estamos muy limitados. El horario de las sillas anfibias es de 12 de la mañana a 6 de la tarde, cuando los médicos recomiendan no exponerse demasiado al sol. Si quiero bañarme a las 8 de la tarde no puedo”, me cuenta. 

En lo referente a las playas, Ascensión opina que esos puntos accesibles le parecen escasos y que el personal que encuentra no se presta mucho a ayudar. Y, entre risas, me asegura que los voluntarios y los socorristas acuden “cuando te estás ahogando”. Reconozco que, mientras me habla con franqueza de su situación, no le falta el sentido del humor y eso me hace reír también. No la noto con rencor, al contrario. Al teléfono parece una chica feliz, y cuenta las cosas con naturalidad, como si ya las tuviera asumidas después de toda una vida. Mientras, salpica su testimonio con otras cuestiones, como que se ven poco ayudados por el ayuntamiento o que la mayoría de comercios no son accesibles.

En cuanto al primero, y en general, a las instituciones públicas, esta chica dice que el edificio del ayuntamiento tiene sitios a los que no se puede acceder con la silla. Y es que, según su testimonio, los edificios públicos no se encuentran adaptados para las personas con discapacidad. “La Diputación de Almería tiene una plataforma, pero la mayoría de veces no funciona y tenemos que entrar por la parte de atrás”.

Tiene especial interés en recalcar el tema del acceso a los comercios. Su primera “crítica” la dirige hacia ellos y asegura que “las tiendas no están cumpliendo la normativa de accesibilidad”. Me nombra muchos establecimientos conocidos, y así descubro otra de las cosas que le gusta hacer además de ir a la playa, ir de tiendas.

Ella tiene problemas de movilidad desde que nació, y siempre ha estado desplazándose en silla de ruedas. Le pregunto si cree que Almería es accesible y me cuenta las complicaciones que encuentra cada día por las calles de su ciudad. “Cuando voy sola, voy por los sitios donde no hay problema y por los que voy segura, aunque tenga que coger un camino más largo”. Si prestamos atención al callejero de Almería, Ascensión asegura que son muchos los pasos de peatones que no tienen rebaje para facilitar el paso a las personas con problemas de movilidad. Me pone como ejemplo los de Carretera de Ronda. “Las calles de Almería están regular, los pasos de cebra están muy altos”.

Y me interesa saber también qué opina sobre la Universidad, y me llama mucho la atención una anécdota que comparte amablemente conmigo. En 1999 mientras estudiaba empresariales se encontró con un problema de accesibilidad muy importante. Le asignaron un aulario que no tenía ascensor, pero lo más curioso es que su clase estaba en la planta de arriba. Cuenta que una de las profesoras, indignada por lo estaba pasando, se negó a darle clase bajo esas circunstancias, reivindicando lo injusto que le parecía el que le hubieran dado esa clase a la que ella le era imposible acceder. Al final, a las pocas semanas la “protesta” surtió efecto y le asignaron otra clase para que ella pudiera ir sin problemas. “Eso fue hace muchos años, ahora las cosas en la universidad han mejorado”, me dice.

¿Por cuantos pasos de peatones pasamos cada día?, ¿cuantos escalones bajamos y subimos para acceder a tiendas, al dentista, a la casa de la vecina o al trabajo?, ¿cuántas veces vamos a la playa, cuando nos da la gana, sin mirar horarios ni puntos concretos?. Las barreras las ponemos nosotros, las dibujamos en un plano, las construímos y las levantamos. Estas personas se topan con ellas cada vez que salen de casa y no tendrían por qué coger el camino más largo para ir a cualquier sitio. Y nosotros no deberíamos ignorar la idea de que esas barreras perjudican su calidad de vida y que eso se podría evitar.

Hay mucha gente que tiene problemas para desplazarse, para moverse... cualquier momento es bueno para prestarles un poquito de atención. Aunque no le echemos cuentas, la inaccesibilidad es un problema social, que está ahí, en las calles de cualquier ciudad.




lunes, 5 de mayo de 2014

Un día cualquiera

Él no lo supo nunca, y seguramente se estará sonrojando al leerlo, pero era el chico más bueno y guapo de la clase. Era ese amigo que te daba consejos porque se preocupaba por ti, te ayudaba y te defendía, y con el que nunca eras capaz de aburrirte. Era un compendio de todas las cosas buenas del mundo, era un ángel. Quizá por eso, la tierra no podía ser su lugar para vivir. Tal vez alguien consideró que se le quedaba pequeña, o lo querían para sí allá arriba. A lo mejor las estrellas pidieron su esencia para brillar con más fuerza, o las nubes reclamaron el cielo de sus ojos para servirles de compañía.

Hace catorce años que no tengo su presencia, pero aún visualizo con claridad su sonrisa, los gestos de su cara cuando se reía, su manera de hablar, la expresión de sus grandes ojos... El tiempo pasa y no dejo de recordar todos esos detalles que lo hacían único y especial. Y nunca logro responder al porqué que me atenaza desde hace tantos años, desde aquel once de abril de 2004. Pero, cuando a menudo pienso en él, la tristeza es efímera, como si se acercara a mí para mandarme su energía. Y estoy escribiendo esto venciendo al dolor, movida por ese recuerdo que no quiero que desaparezca. Y, mientras, siento su consuelo que me llega, qué importa desde dónde, si puedo sentir que es feliz.

No quiero pensar en la última vez que lo vi y por eso siempre me acuerdo de un día divertido en el que estábamos de tapeo por Granada, porque lo pasamos muy bien aquel día y porque fue la única vez que disfrutamos juntos de la ciudad. Era nuestro primer año como universitarios y fuimos al barrio cercano a la plaza de toros. Siempre que vuelvo a ese bar, al entrar, no puedo evitar dirigir la primera mirada a la mesa donde nos sentamos aquel día. Él estaba frente a mí, los dos con el hombro casi pegado a la pared por la falta de espacio.

Es costumbre allí, o lo era por aquel entonces, que los camareros sirvan un platillo de aceitunas y otro de cacahuetes a los clientes como obsequio, mientras esperas la bebida y la tapa. Era la primera vez que él iba y se quedó sorprendido por ese detalle. Nosotras, en cambio, vivíamos cerca e íbamos a menudo, así que le expliqué que allí te ponían eso gratis, además de lo que pidieras. Pero, al ponernos las aceitunas, y llegar las bebidas y las tapas, pero no ponernos los cacahuetes, le dije entre risas que iba a reclamarlos, que todas las mesas tenían menos nosotros, que no era justo. Él, con la cara colorada y muerto de vergüenza al imaginar que podría decirle algo al camarero, me pidió por favor que no dijera nada. No paramos de reír durante un buen rato. Todo eso lo tengo grabado como si hubiese pasado ayer, sin embargo no logro acordarme de lo que pasó después, ni si se fue de aquel bar sin probar los cacahuetes.

Con el paso del tiempo esos matices que no tengo claros en la memoria dejan de tener importancia, porque sobreviven los recuerdos de esos días en los que viví buenos momentos con mi amigo, sorprendiéndome por la fuerza con que siguen ahí a pesar de todos los años transcurridos. Sea como sea, hay una cosa que no puedo evitar. Que cada vez que llega el día once de cualquier mes, recuerde por qué no me gusta ese número ni aquella fecha, aquel once de abril en el que dejó de estar junto a nosotros. Hoy es un día cualquiera, uno de tantos en el que me acuerdo de él. Y, un día cualquiera quiero recordarlo aquí, aunque el mejor homenaje que podría hacerle es seguir disfrutando de su recuerdo, apreciando la vida como él lo hacía.

Parece que acabo de venir de tu casa, de enseñarte la cámara de fotos nueva que me han regalado. Tú la cogiste y me dijiste que estaba muy chula. Después bajaste conmigo hasta tu puerta para despedirme. Te había gustado mucho mi visita, pues no podías salir de casa. Tiempo más tarde, con una vela encendida y acompañando a la virgen, alcé la mirada y te vi en tu balcón mientras veías la procesión de la Virgen de las Angustias, la de tu barrio, pasar por tu calle, cambiando su habitual recorrido para saludarte.

Las únicas fotos que tengo nuestras son para mí un tesoro. No necesito más, porque la mejor instantánea está en mi cabeza y en mi corazón, lugares donde un joven ángel sigue volando, sonriéndole a una vida diferente donde ya nada le puede hacer daño.

Jesús no sabía que era tan especial, y el no saberlo lo hacía aún más hermoso y excepcional. Lo que más siento es no haber tenido tiempo para conocerlo mejor. Ahora él lo sabe, y con eso me basta.