jueves, 23 de abril de 2015

Manías que descifran mensajes


Nuestras pequeñas manías reflejan una parte de lo que somos, ese entresijo oscuro y oculto que no ven los demás. Son pequeños escapes de locura que aprovechan cualquier momento propicio para atacar, sin previo aviso y convirtiendo a veces situaciones simples en comprometidas. 

Una de mis manías es contar las letras de, por ejemplo, letreros que veo por la calle. Me puede servir cualquiera, ella los escoge sin pedirme permiso y yo tengo que contarlas sin más, incluso, hasta dos veces. Es algo que tengo aceptado. Todos somos conscientes de nuestras manías, conviven dentro de nosotros en secreto, como si fuera un código.

Pero resulta que nunca esperas que ese código pueda ser compartido. Que tu manía deje rastro para los demás. Y así, un día cualquiera me sorprendiste. Tomaste prestada mi pequeña manía hasta que algo absurdo se convirtió en un código entre los dos.

Fue un domingo. Queríamos ir a tomar un café a ese sitio que tanto nos gusta y en el que, normalmente, es difícil encontrar mesa. Pero ese día la suerte estaba de nuestro lado así que me dirigí a una pequeña mesa que había en un íntimo rincón con un sillón estampado. Mientras yo ocupaba la mesa tú pedías en la barra. De repente, en esa espera de cafés, sentí la necesidad de anotar pensamientos y recordé que en el bolso llevaba la libretita que me compraste aquel otro día en un centro comercial.



No era la primera vez que la utilizaba pero las pequeñas manías no se fijan en esos detalles. Irrumpen y no puedes evitar sucumbir a ellas. Sí, tuve que contar los guiones que había dibujados dentro del bocadillo que presidía la portada. Me recordaron al juego del ahorcado y me pregunté por qué nunca había reparado en ellos para contarlos. Quisquillosa manía que se presenta en el instante más inesperado. 

Hay ocasiones en las que, al reparar en un detalle que antes pasaba inadvertido, éste se reinventa y renace hasta el punto que cobra otro significado haciendo que lo valores aún más.

Ocho, ése era el número. Volví a contarlos sin ninguna razón. En ese momento llegaste con los cafés y con esa sonrisa que hechiza. Parecía que traías la más feliz de las noticias. El mirarnos de aquella manera nos hacía sonreír, la vida es así de genial cada día con las personas que quieres. 

Te pedí que adivinaras la palabra de ocho letras, como un juego divertido e improvisado. No sé cómo salió tal propuesta de mi boca, ni siquiera tenía una respuesta acertada, sólo la fantasía de una palabra que encajara perfecta entre esos huecos. No imaginaba cómo podía acabar, ni tampoco lo pensaba, solo me dejé llevar. Y pasó lo que pasa cuando dejas al azar un gran momento, que te sorprende. Tú convertiste en aún más mágico ese diminuto pero eterno minuto de adivinanzas y canciones. 

Sin esperarlo, cogiste el timón para virar a tu favor el rumbo del juego. Me dijiste, –No, mejor adivina lo que yo estoy pensando, tiene también ocho letras. 
Tu bondad hizo de las suyas y me regalaste una pista mientras en tu mirada podía leer tus ansias porque yo adivinase tus pensamientos. Pero yo no supe contestar, y después me alegré de mi torpeza porque, gracias a ella pude escucharte decir  –Te quiero. 


Fue como oírtelo decir por primera vez. 




lunes, 6 de abril de 2015

Abril guarda la magia de todo el calendario



Lunes, de casa vacía y huecos irremplazables que volverán pronto a llenarse de sentido, hoy te disfrazas de domingo como última exhalación de semana santa. Y vuelve todo a empezar y, sin embargo, lo más correcto sería decir que continúa, aunque no me lo parezca. Nunca sé qué depara cada "hola" y cada "adiós", es la ventaja de irse haciendo viejo (como canta Fito), y seguir emocionándose ante la cercanía de nadar con las olas, tengas 7, 24 o 31 años.


Así es Abril. Es el sol jugando con la lluvia mientras juntos hacen nacer el pétalo de una amapola. 



Abril es la puerta que da al jardín. Es exponer toda la grandeza de la primavera con delirios de terreza y comencar a saborear un refresco con hielo. Abril significa escuchar los últimos clamores de la devoción más intensa, es sentir escalofrío una noche al raso o es la piel que se tambalea acordándose del verano. Es creer por error que no necesitas chaqueta al salir de casa y encontrarte la calle mojada o pedir un helado con una rebeca sobre los hombros.

Abril es reencontrarte con tu prima de siete años, verla más alta, y preguntarle
-¿Te sigue estando bien la sudadera que te regalé (cinco meses atrás)?
Y que te responda con una sonrisa que podría evitar guerras
- Me la pongo mucho, no me la quiero quitar. De hecho, es mi favorita y me trae buena suerte

Abril es ver a tus sobrinos quedarse boquiabiertos viendo el mar a lo lejos, mientras los sujetas bien de la cintura asomados a la barandilla de la terraza de casa y que te miren cargados de felicidad. 

Es el mes capaz de colarse por todas las ranuras del calendario hasta hacerte dudar de si lo quieres o lo amas. Porque no es lo mismo querer que algo pase, que amar que algo ocurra. Es el caos del tiempo en todas sus facetas. Es la contradicción de la propia vida condensada en 30 días.


Abril es la tristeza de una pérdida y la alegría que guarda aniversarios. Tiene el poder de conseguir con su voz despertar todo lo que estaba dormido.


Abril es agridulce y por eso es especial. Época de cambios, memorias y halos de luz que sólo se aprecian con el corazón alterado y la vista en el cielo. Este mes tiene encanto persiguiendo casualidades.


Y, así, una a una os voy enseñando algunas de las fotos que hice este pasado fin de semana. Ahí os dejo lo más curioso y bello que descansa bajo la sombra de los limoneros y chirimoyos, aquellos que pueblan esos marjales que tanta historia guardan sobre mi familia. Y, sobre todo, de todo el amor que mi padre le pone a cada centímetro de su pequeño paraíso. Abril, qué bonito nombre tienes.