miércoles, 24 de enero de 2018

Lo que hace que recuerde tu nombre

Sigo siendo amiga de la ilusión. La misma de la niña que un día fui. Se ha tenido que acostumbrar a los cambios de mi vida pero cada vez se hace más fuerte. Igual que mi memoria al recordar nombres de personas importantes, familia, amigos de verdad. Que ellos me mencionen en sus vidas es el mayor regalo para mí y esta soledad sana y necesaria. Y lo siento así, en este juego que es el tiempo, en la realidad que se aloja bajo el sol con sus rayos amarillos, calientes, acogedores.

Era una niña cuando mi padre me regaló unos patines blancos con ruedas rojas tallas más grandes “para que me duraran mucho tiempo”. Hoy me quedan bien, y me regocijo en su sabiduría. ¿Qué pensabas, papá, cuando los elegiste en la tienda?. Verme dar vueltas y vueltas con ellos, tantas horas en la cochera de casa, tuvo que ser importante para ti. Cuando regalas algo valioso lo ves en los ojos de la persona a la que se lo entregas. Ver esa luz debe ser la razón de que prefieras regalar a que te regalen.


Apenas compro decoración en casa para seguir alimentándome de esos nombres. Al despertar miro la foto de mi hermana y yo en la mesilla de noche o esa en la que mi hermano y yo estamos sentados en los escalones de nuestra antigua casa, preguntándome quién vivió con nosotros aquel instante detrás del objetivo. Existen almas invisibles envueltas en un misterio inequívoco de añoranza. Creo que solo compré la lámpara que las acompaña para poder verlas y leer junto a ellas en la noche.

Compartimos casa con muchas personas a la vez gracias al corazón de los objetos. Y así, te llenan un bote con dientes de león o te regalan un vestido de estrellas que retan a las del mismo cielo mientras duerme a tu lado dentro del armario. 


¿Quiénes eran esos amigos imaginarios de aquella clase que montabas de pequeña frente a la pizarra que te habían traído los Reyes Magos?. ¿Para quiénes cocinabas en aquella cocina rosa que tenía un grifo blanco por el que salía agua de verdad?. Qué te llama la atención cuando eres pequeño, me pregunto al ver a mi sobrino de dos años mover con esa precisión las manos apretando un tornillo de mentira o rizando así los espaguetis. ¿Qué te motiva de pequeña a poner un elástico en dos sillas para saltarlo cantando canciones?.
Jugué con diez años a ser vendedora de zapatos o maestra. Me bajaba de casa las cajas vacías de mi madre y montaba una tienda en un periquete. Pero un día en clase me hicieron escribir un poema. Y ya no quise tener una tienda ni una clase llena de niños. Eso es lo que recuerdo. El poema a mi abuela, los libros de mis hermanos, la música de los discos que grababan, la ciudad que construimos con las enciclopedias con las que antes habíamos hecho los deberes.

Echo de menos a veces esa sensación de felicidad máxima sobre aquellos patines. Echo de menos ser capaz de escribir un poema. La ilusión me recuerda por qué apuesto cada día por seguir atada a quién soy sobre mi teclado. Y sucede en esta habitación llena de almas en papel fotográfico colocadas en la estantería.

La ilusión tiene memoria, la siento en la piel. Igual que se siente el abrazo de una madre o su preocupación por que te tapes la boca con la bufanda un día de frío. Sales a la calle y reconoces que tenía razón.
                 
"No existe nadie que sea como vosotros, que se preocupe por mi, que me quiera sin desear nada a cambio.
 Que me llene, que me quiera que me eduque, que quiera escuchar mi voz y yo necesite escuchar la suya"
Lo que te diré cuando te vuelva a ver,
Albert Espinosa

Nombres que acompañan una ilusión



Es ese instante del abrumador reflejo de la vida que hemos ido construyendo por el que doy las gracias.


La madera bajo mis brazos, que acercan el ordenador y teclado a mis dedos, conoce de verdad sobre qué pienso al despertar. Y pienso en vosotros, en todos los que hacéis que cuando miro algún objeto de casa me sienta bien. Sois mi mejor decoración. Vivo rodeada de vosotros, capaz de pensaros más allá de la incertidumbre que provoca a veces la oscuridad. Tenéis ese poder sobre mí, sois mi luz. Pasar tiempo solo es sentirse liberado, sin más compañía que tus certeros movimientos buscando la inspiración para continuar hacia adelante. 


Compartimos casa gracias al corazón. Esa en la que hay una mesilla de noche con nuestra fotografía, un desayuno en esa taza para comenzar el día con energía. Una casa donde reside esa carta que te hace pensar en lo grandioso que sería un nuevo encuentro, esas palabras que las paredes conservan para los días grises, esa esperanza de que, cuando llegue el momento, todo eso que intentas atraer hacia a mi nos inunde de igual forma a ambos. Porque nuestra felicidad es mutua.


Vivo rodeada de cosas que me recuerdan vuestros nombres. Y no hay tantos nombres como grietas hay en la vida, pero son los adecuados cuando sucumbes al instante en que te rompes para comenzar de nuevo. Os pregunto. Quién hizo que te llamaras así, qué hizo que llegaras a mi vida, qué sentimiento nos une, qué hace que hagas clic para leer esto que escribo. Todo queda en suspenso cuando te recuerdo. Tu nombre, tu esencia, lo que soy gracias a ti. A todo lo bueno que me aportas, a lo que hizo que nos mantuviéramos unidos en este ir y venir de frenéticos cambios de caminos. No siento vuestra lejanía ni sentí que os marchabais cuando llegó alguna despedida. Creo en nosotros y en el tiempo que hemos compartido y compartiremos. 

 


Qué hace que os recuerde. Para mí todos los días son nuestro particular y especial aniversario cuando pienso en que estamos el uno para el otro sin que haga falta decir nada. Quizá por ello sea mala para recordar cumpleaños, perdonadme. Celebro cada día que la vida te pusiera en mi camino un día en que no esperaba tener tanta suerte. Siempre seré ferviente amante de lo inesperado.

A todos los que leéis sintiendo lo mismo que yo siento al escribiros, gracias por estar en mi vida. A todos los que me pedís que escriba, gracias por querer más de mí. Eso significa que me queréis más de lo que nunca imaginé. 



Querer bien a alguien es pedirle a ese alguien que haga cosas por sí mismo, alentarlo, tenderle la mano y pedirle de múltiples formas más oportunidades de verle feliz. Porque su felicidad depende de él mismo y un buen amigo lo sabe. 

No es fácil encontrar a alguien que te pida algo así. Igual que no es fácil estar a la altura. Pero quiero satisfaceros. Quiero deciros un día: te escuché, sentí lo que me dijiste y por eso esto es tuyo también. 


Los logros comienzan con un instante de revelación así como la vida empieza con un sueño, igual que el cariño se activa con la química. La que sentimos cuando nos miramos y el mundo se para.

Quiero mantenerme por siempre amiga de la ilusión. Quiero serlo también para que cuando la necesites, y me inunde aquello que me hace recordar tu nombre, le pueda pedir que cuide nuestros pasos conjuntos. Solo se le puede pedir algo a lo que nunca te abandona.