martes, 3 de abril de 2018

El entusiasmo es capaz de cambiar la historia

Vives persiguiendo constantemente el entusiasmo, lo sé. Te emocionas con la historia de tu amigo viajando en globo, ves un bote de cristal y se te ocurre llenarlo de mensajes felices para, al final del año, leerlos. Matarías ahora mismo por ese vermú o cerveza en una terraza, por volver a sentir el beso esporádico de tu sobrino, por redescubrir el post-it con un "te quiero" que tu pareja te ha dejado antes de marcharse, por ver aquella película o leer ese libro como la primera vez. Vuelves a ser niño viendo la cabecera de Doraemon tantos años después.

El entusiasmo debería recetarlo el médico. El mismo Jack se lo dijo a Rose a bordo del Titanic, "solo tú puedes salvarte". Podemos, incluso, salvar a los demás. Más de una vez hemos hecho sonreír a ese vecino cascarrabias con un simple "buenos días". Y le cambia la cara, su sonrisa podría destruir muros. El día lo que necesita es tu dosis de alegría, el café de la mañana está sobrevalorado. 



La actitud positiva es la única capaz de derretir ese iceberg antes de entrar a dejar tu currículum y es experta en reconocer ese instante en el que debes huir, como os decía en La actitud que desafia a los rascacielos. Hay muchas maneras de salir a la superficie.

Justo antes de la última entrevista de trabajo me fui a correr. En cada zancada repetía en voz alta las posibles respuestas a las preguntas del supuesto reclutador. Iba recapitulando mi propia vida por aquello de que te piden que les hables de ti. Recordando los años en que terminé periodismo, en que trabajé en este sitio o en el otro. Toda mi cronología. Quería elucubrar mis respuestas, no sé por qué siempre nos ponemos tan nerviosos que luego salimos por la puerta arrepintiéndonos de no haber dicho o de haber dicho. 

A los dos kilómetros mi cuerpo me pedía parar, pero recordé cada trabajo perdido, cada zancadilla, y volvió la energía. En casa me di una ducha de esas que resucitan, y me situé delante del armario sin saber exactamente cómo vestirme. Luego, escogí la chaqueta negra, esa que sabes que te llevarías a una isla desierta a pesar de que allí no exijan "ir de etiqueta". 


El running dejó de ser una moda para ser el instrumento capaz de posicionar la actitud que necesitaba. Fue una de esas decisiones momentáneas que cambian el ritmo de la historia. Tanto, que nunca me he sentido tan segura de mi misma en el momento clave, delante de un desconocido del que, creía, dependían mis sueños.

[Los sueños no son de nadie más, tú los haces tuyos] 
Buscar el entusiasmo por la vida debería ser siempre nuestra máxima. Nuestra meta. Nuestro truco.

Las cosas que te hacen sentir bien arrastran a otras tantas como piezas de dominó, llegando a ese máximo nivel de alegría. Algunos lo llaman "subidón", otros, inspiración. Admiración. Me atrae  hasta el entusiasmo más agresivo porque envidio terriblemente a la gente que sabe "mandar a la mierda" elegantemente. Sonríen, sueltan una frase ingeniosa que hace que el otro se quede clavado en el suelo, y al mismo tiempo saben quedar como reyes. 

Con esto del entusiasmo, me he sorprendido hasta límites insospechados. Un día llegó a casa el libro que había pedido y cuando me di cuenta de que tenía un pequeño piquete en la portada, en vez de "montar un pollo", lo sentí más mío por esa imperfección. Igual que ese café de máquina puede ser el más bueno que has probado nunca o el bolígrafo souvenir que te regalaron resulta que escribe mejor que aquel de gel, que te costó casi dos euros en la papelería.

El entusiasmo existe por esa certeza que te chiva al oído que ahí, frente a ese paisaje, puedes aprovechar para hacer eso que siempre te ha hecho sentirte el más feliz del universo.  


Porque el entusiasmo no solo es la razón de que viajemos, es también el culpable de que queramos vendar los ojos a alguien para sorprenderle en un destino. Ese fervor no solo lo encuentras subida a una montaña rusa, se esconde donde menos imaginas. 

[Casi siempre está bajo tu piel, en lo que te emociona]
Y no importa el lugar ni tus motivos, el tiempo que dura o que los demás no vean ni sientan ese instante como tú. Si te hace feliz, eso que te hace levantarte y bailar cambiará el curso de tu destino.

"Cada quien debe dotar de sentido su vida. Estar en contacto con su propia naturaleza. Nunca debe faltar la esperanza. Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad"      
Jonathan y Angela Scott (fotógrafos en Kenia)