jueves, 28 de agosto de 2014

Mar, sol, playa...recuerdos inmortalizados


   Sobre todo desde que tenemos móvil y whats app, es muy común aventurarse cada vez más en el arte de la fotografía para inmortalizar un instante que nos parece especial o relevante, un instante feliz que sabemos que será irrepetible. Y en ello estaba yo el otro día cuando decidí ir a dar un paseo por la playa antes que el termómetro hiciera de las suyas y que todo el paisaje se llenara de sombrillas y bañistas.



En mitad del camino hacia el Peñón de Salobreña quise de manera original capturar la bella estampa que tenía enfrente de mí, haciendo un selfie de esos que sabes que, de tan complicados, son prácticamente imposibles de conseguir, pero que sin saber por qué te empeñas en intentarlo una y otra vez. La verdad es que yo ya estaba casi pillándole el tranquillo cuando me sorprendieron sin esperarlo.


Uno de los trabajadores de limpieza de playas, que me estaba viendo apurada con el móvil se ofreció a hacerme la foto. Mi intento de selfie con ese bello encuadre, que al final solo conseguí en mi imaginación, se convirtió en una pose de esas normalitas que hacemos cuando nos colocamos delante de nuestro punto de interés. Y el resultado la verdad es que no está nada mal. Y la amabilidad del hombre que me ayudó a inmortalizar el instante, lo mejor de todo.



Desandando el camino y dejándome atrás a los trabajadores que, bajo el calor que ya empezaba a apretar (ya sabéis además que estos días atrás hemos estado sufriendo una ola de calor bastante importante) iban recogiendo los desperdicios que bañistas, amantes del botellón irresponsable y personajes en general no tienen reparos en arrojar a la arena.



Qué bien disfrutamos de la playa, pero qué poco sabemos devolverle cuanto nos ofrece. Cuidar y proteger el entorno es, ante todas las cosas, sentido común. Me alegra ver que este año hay más contenedores en las entradas a la playa de Salobreña. De hecho, intentando salir con mi sobrino en brazos y con los bártulos, me topé con un par de ellos que casi tuve que esquivar. Me parece bien, a ver si así, colocándolos en sitios donde estén bien visibles, vamos adquiriendo todos mejores hábitos.

El verano es mi época favorita, y el rey de las vacaciones, el que nos trae altas temperaturas y recibimientos y despedidas asi como un sinfin de encuentros y fiestas, ya se marcha hasta el año que viene. Agosto ya nos dice adiós este fin de semana, dejándonos recuerdos veraniegos de lo más variopinto, pero ante todo, momentos que son irrepetibles.



martes, 19 de agosto de 2014

Reencuentro con la Puebla

Dicen que en agosto todo se paraliza, y para hacer ciertas cosas quizá sea cierto. Sin embargo, las zonas costeras se llenan de vida, las carreteras se llegan a colapsar sobre todo en fin de semana y hay pueblos del interior en los que la actividad es frenética, cuando lo habitual el resto del año es ver sus calles y sus bares vacíos. Y es que agosto es sinónimo de fiestas y de verbena, una de las mayores razones por las que los pueblos consiguen rescatar a todos los rezagados que huyeron a la ciudad o que se vieron obligados a emigrar por trabajo y demás circunstancias de la vida.

Donde Granada va perdiendo su nombre, se encuentra La puebla de Don Fadrique, un gran ejemplo de lo que digo y un pueblo que he tenido la gran suerte de conocer porque es el lugar de origen de mi chico, Ricardo. Desde aquí os escribo después de un paseo por los pequeños comercios que pueblan, y nunca mejor dicho, sus calles.



Ir a la barbería de toda la vida, visitar el colegio donde estudiaste cuando eras pequeño y recorrer aquellos lugares que siempre se echan de menos. Ricardo se lo está pasando como un enano y a mi me encanta verlo convivir con sus raíces y que siga alimentando todos sus recuerdos. 



El volver al pueblo te da la oportunidad de revivir experiencias y de convivir con viejos amigos y familia a la que no ves durante largos periodos de tiempo. Está claro que la distancia no la ponen los kilómetros y cuando se tienen vacaciones hay que buscar hueco también para sentir el apego de los tuyos. Estos son días de reencontrarse con los lugares que marcaron tu infancia y con las personas que forman parte de lo que eres. Y los que visitamos parajes por primera vez tambien vivimos de manera especial nuestro encuentro con la Puebla.



Lo que más me sorprendió fue la gran cantidad de actividades que organizan durante todo el año: ruta de la tapa, Jornada Micológica para recolectar los famosos níscalos de la zona, concursos, charlas, exposiciones, teatro, conciertos... impresiona ver el amplio calendario cultural y de ocio que tienen aquí y que además combina las tradiciones y costumbres más arraigadas y que hablan por sí solas de toda la esencia que envuelve estas tierras, que viven al abrigo de la imponente Sierra de la La Sagra.


Precisamente esto último ha ayudado a que el cordero segureño, con denominación de origen, sea uno de los productos estrella de la zona. Y es que en la Puebla de Don Fadrique tienen la suerte de poder presumir de unos parajes con gran riqueza cultural, gracias también a su situación geográfica ya que limita con Orce y Huéscar (Granada), con Nerpio (Albacete), con Moratalla y Caravaca de la Cruz (Murcia) y con Vélez Blanco Y María (Almería).

Uno de los tesoros que he encontrado en la Puebla es ese gran cielo estrellado que cada noche nos visita. Tumbarnos a disfruar las costelaciones es otro de los grandes placeres que tenemos aquí y que hace a este lugar provilegiado. Si te quedas lo suficiente bajo el techo brillante puedes ver estrellas fugaces y atisbos de la vía láctea, esa banda de luz que rodea el firmamento.

Lo cierto es que todos los sitios que visitamos tienen algo especial, agosto sólo debería paralizarse para contemplarlos y maravillarnos con todo lo que nos ofrecen estos parajes. Si tenéis la oportunidad de ir a pueblos que aún no conoceis o visitar a familiares y amigos en lugares en los que hace tiempo que no estáis, aprovechad para redescubrirlos y por ampliar territorios. No hace falta irse muy lejos para despertar los sentidos y respirar aires nuevos.