lunes, 1 de diciembre de 2014

Espejos



Una cosa es la forma en que nosotros nos vemos y, otra bien distinta, es la forma en que nos ven los demás. El que se burlen de ti y el que hablen sobre ti, fabulen, mientan, opinen o comenten es algo inevitable y todo eso nos afecta de distinta manera a cada uno de nosotros. 

Envidio a aquellos que presumen de que les trae al pairo lo que digan de ellos. Sin duda, es para presumir. Con el paso del tiempo y a base de experiencias, he conseguido aproximarme a esa manera de pensar, pero se me antoja un camino lento, aunque productivo, que se basa en obtener más confianza en ti misma y en tener más claro qué quieres ser y cómo conseguirlo.

En cualquier caso, el haberte encontrado, durante tu vida, con personas que se dedican a criticar a los demás y a reírse del que tienen al lado, simplemente porque les divierte verte expuesta a posibles burlas y juicios de valor (qué más les da si son infundados), no deja de ser un cúmulo de experiencias que van marcando tu piel de heridas que cicatrizan con los años y fortalecen tu autoestima. Los veo como aprendizajes que forjan tu ser al completo con el paso del tiempo. Para mí, lo que los demás dicen sobre otras personas y el modo de comportarse con ellas, para bien o para mal, son los regalos que nos envía la vida para darnos la posibilidad de poder hacernos más fuertes y entender que en el mundo tiene que haber de todo para que tú escojas el camino que mejor vaya con tu forma de ser. Si sabes apreciar lo bueno, éste al final se convertirá en el reflejo de lo que quieres alcanzar. Lo malo, si decides sacarlo de tu vida, se quedará aparcado en forma de vivencias que te ayudaron a salir adelante.

Todas estas reflexiones vienen por un simple pintalabios. Todo empezó la semana pasada. Estaba lloviendo y ese día me pinté los labios de rojo. Siempre he visto muy monas a las chicas con ese color, pero nunca me he atrevido a comprarme ninguno. Al final, un día pruebas, te gusta, y el cuerpo te pide hacerte con uno para ciertas ocasiones en las que te apetece, y aquella fue una de esas veces. Nunca imaginé que esa tontería despertaría tantas opiniones, comentarios y reacciones encontradas. 



En cuanto pisé la puerta del almacén de manipulado en el que trabajo, llegaron las opiniones, dejándome un tanto sorprendida por una simpleza que algunos convierten en compleja. Un par de compañeras exclamaban cuánto me había pintado (solo llevaba los labios rojos y algo de colorete). Muchas me decían que estaba muy guapa, algo que se agradece, la verdad sea dicha. Otras simplemente se quedaban mirándome. Pero es que, y ahí está la cuestión, hubo un compañero que me dijo, con cara de estar viendo a un monstruo, que qué me había hecho en la cara, que estaba muy rara. En fin, los dos días siguientes volví a pintármelos porque me apetecía, la opinión de los demás ya hace tiempo que dejaron de afectarme tanto (en mi trabajo actual o no te afectan o acabas hundida por patochadas). 

Entenderéis a lo que me refiero cuando os cuente una anécdota que sucedió cuando estaba en el instituto. Era un día normal de clase. Me apetecía recogerme el pelo pero no tenía goma, así que utilicé un lápiz para hacerme una especie de moño. Al rato, el típico “gracioso” de clase (en todas siempre hay alguno) no paraba de preguntarme si tenía una goma de borrar. Se estaba riendo todo el tiempo de esa estupidez, del simple hecho de que llevara un lápiz en la cabeza. Al final yo hice lo peor que se puede hacer ante eso, porque acabé quitándome el lápiz para que se callara. 



La guinda a aquel momento, en el que me sentí la más absurda del universo por hacer caso de él, la puso otro chico que precisamente pertenecía a la misma pandilla del primero. Me preguntó, - Y, ¿para qué te lo quitas?. Me sentí idiota al instante. Cedí a la broma y dejé que ese chico condicionara mi forma de ser y de hacer las cosas. Me traicioné a mí misma con la sola intención de acabar con lo que yo creía que era un “problema” cuando en realidad éste solo llegó en el momento en que me quité el lápiz de la cabeza. Ya no me ha vuelto a suceder. Por eso los días siguientes a ese pintalabios me dije a mi misma, “no te gusta ser el centro de las miradas, pero si dejas de ponerte el pintalabios con el que te ves bien ante el espejo y el que te apetece ponerte, simplemente por no causar reacciones ante los demás o para que no te miren, estarás condicionando lo que quieres hacer por el qué dirán y te dejarás llevar por lo que dicen los demás”. 

Lo que os cuento son simples tonterías al lado de problemas de gran calado social muy graves como los casos de Bullyng o acoso escolar, que por desgracia siguen ocurriendo. Pero estas anécdotas, en cualquier otro caso, pueden ser el principio de comportamientos más graves y pueden atacar a personas que psicológicamente pueden verse gravemente afectadas porque, como ya he dicho al principio, a cada uno nos afectan las cosas de una manera distinta. Todos hemos juzgado alguna vez a los demás por cosas tan superficiales como su aspecto, y últimamente no paro de pensar en lo injusto que resulta y en lo poco humanos que nos convierte ese tipo de comportamientos. 

Hace poco vi de nuevo la película Nunca me han besado. Habla de lo crueles que pueden llegar a ser las personas con los que son más frágiles o inocentes. La protagonista se estrena como reportera para el periódico donde trabaja y tiene que infiltrarse como estudiante en el instituto donde vivió en el pasado grandes momentos de burlas por parte de sus compañeros. Al final logra el éxito entre la pandilla "líder" sólo porque la relacionan con otra persona a la que consideran “guay”. 

A lo largo de nuestra vida nos topamos con dos tipos de personas que marcan quienes somos. Las que intentaron hacerte daño, sin saber que lo que hacían era hacerte más fuerte, y otras, las más importantes, que son las que llenan tus días y diseñan el espejo en el que deseas mirarte el resto de tu vida.

Cada día, al despertar, vemos nuestro reflejo ante el espejo y vamos viendo a una persona cada vez más madura, más sabia, más dueña de sus actos y pensamientos. Y cuando estoy cerca de buenas personas, me doy cuenta que son el espejo en el que quiero mirarme por siempre. Por eso siempre valoramos tanto a la gente que nos invita a convertirnos en mejores, en el fondo estamos tirando a la basura aquellos malos momentos que nos enseñaron tanto y que nos recuerdan qué tipo de persona no queremos ser y, sencillamente, cómo queremos educar a nuestros hijos para que no dañen a los demás.



 Al entrar en el trabajo siempre dirijo un saludo a los compañeros que me cruzo por el camino, a sabiendas que sólo unas pocas personas me lo devolverán. Al principio me preguntaba por qué malgastaba el tiempo, hasta que he conseguido que esas reacciones no borren mi sonrisa. Al final sé que con esas pocas personas que me devuelven simpatía puedo ir al fin del mundo.


 
P.D:  Cuando ya creíamos que el anuncio de la Lotería de este año era maravilloso, va y resulta que existe una primera parte de esa historia que ahora están empezando a emitir por televisión y que es igual de bonita o más. El amigo no le había guardado el décimo cuando ya había resultado ganador, se lo había guardado sin saber que lo sería y la ilusión de ayudar a su amigo hizo posible el milagro. La historia del anuncio habla de realizar buenas acciones por los que queremos y por las buenas personas.  De pequeños gestos que son grandes. Porque aunque no existiera premio, ese hombre tendría el regalo de tener a un amigo que comparte con él sus sueños e ilusiones.