martes, 24 de febrero de 2015

Compás de medianoche



El tiempo es ese gigante agotable e intenso que administramos demasiado a menudo como si fuera un rompecabezas, donde las piezas deben encajar para que todo salga bien. Es por eso que me encanta ese “y lo que surja” que utilizo a veces. Significa que vas a hacer del tiempo algo ilimitado y sorprendente, y que vas a llenarlo de momentos que nunca sabes qué te depararán o de lugares que quizás no sabías que ibas a visitar. Y, en ocasiones, no me importa el desorden y el caos si me dejo llevar por una emoción.

Pero hay hechos ante los que no podemos luchar, y es por eso que, en ciertos momentos muy concretos, lamento lo efímero del tiempo. Algo que, por otra parte, lo hace único y especial. Cuando el tiempo consigue explosionar el mundo para hacerme necesitar hacer algo muy intensamente es cuando llego a ser consciente del alcance de su poder. Y, así, bien podría delatarme contándoos que muchas noches necesitaría parar el tiempo y luchar con el sueño que trae la oscuridad. 



Alargaría la noche sin dudarlo, porque suele ser ese tiempo en el que mi cabeza caprichosa me guía en busca de un papel, deprisa y sin control por miedo a perder el hilo de las palabras. Ojalá no tuviera que dormir para redimir el cansancio, ni tuviera que abandonar esas frases en el limbo de la noche, que injustamente va acabando. Ojalá no tuviera que decir adiós desde mi cama, para empezar a esperar un nuevo anochecer.

La noche siempre ha sido mi segunda vida. Ella, cada vez, es una nueva esperanza. Esa esperanza que nace con cada sol y nunca muere, sino que se reinventa y sólo duerme con el propósito de crecer alta. Es esa que ríe en nuestras manos cuando la pena, de tan corta, ya no anda, ni sobrevive, ni se nutre más de nuestra alma. La esperanza, la fe, la libertad de la imagen que abrazas, la belleza de una aspiración anhelada, la que quiero acechar cada instante para que me deje volar en sus alas. Solo ella y yo, solo ese sueño que irradia, el que arde en la noche, el que prende mi pluma, solo para seguir creyendo en su magia.

Y es en cada madrugada, ávida de todas las emociones que la persiguen y acompañan, cuando surge todo lo que me cambia. Ya dejo de ser alguien en el mundo para ser cualquier cosa, para sentir cada palabra que acude a mí y que dirige mi puño en busca de cada papel en blanco. Lo capturo apresurada, ignorando el desorden de la habitación o la luz atenuada. Necesito escribir lo que me llega en ese instante, el mismo en el que corro el peligro de que todo quede en nada. Y ya sabéis que, a pesar de ser nada, a veces lo es todo. Luego, espiral de mis ojos cayendo, los que solo se rinden a cambio de tener más momentos nocturnos de letras y poesía.  Y para dormir, debo hacer un esfuerzo lleno de rabia, de sabores agridulces que, sin embargo, me saben a gloria y dejan ganar a mi cuerpo, que se relaja.

Esta noche lo infinito tiende a brillar, porque aunque mis ojos se tornen más y más, y caigan finalmente en la batalla, el amanecer sabrá conservar el poder de la noche pasada. Y con el paso de las horas resucitará rodeada de estrellas. 

Y las palabras que recogen una madrugada, son aún más poderosas al amanecer. Si a plena luz intentase igualarlas o continuarlas sería como intentar alcanzar un imposible, aunque a veces piense que éstos no existen.

La noche tiene algo misterioso. A lo mejor soy como un hombre lobo, que se sumerge en la luna llena al tiempo que le reclama su libertad. Encerrado en una espiral de magnetismo que lo atrapa y lo atrae para sí. Esa es su cárcel y a la vez su salvación.

Escribo casi siempre de noche, como si ella misma me obligara antes de dormir. Y sucumbo porque es para mí más fuerte que el respirar. Son mis compases de medianoche. Lo más bello que tengo, mi esencia entera. 



No quiero que lo leas sin entenderlo.
Ésta soy yo y la noche que me espera.
Veloz pero intensa.
No soy nadie sin ella.
Ella es la magia y la hoguera.

Dulces sueños que nos traerán la felicidad verdadera.
La mía, cada noche me espera.


"Si quiere cenar conmigo cuando las luciérnagas estén volando, venga esta noche cuando haya acabado, a cualquier hora"
(Francesca a Robert en Los Puentes de Madison)
 




viernes, 13 de febrero de 2015

La vida es un cuento hecho realidad


Recuerdo que, hace unos años en medio de una conversación sobre los libros que nos gustaban o que nos habíamos leído recientemente, Patricia me dijo alarmada, ¿no te has leído El Principito?. Ante mi negativa, un tanto avergonzada, mi amiga no dejaba de manifestarme su sorpresa ante este hecho. La verdad es que era una de mis lecturas pendientes y, desde aquel momento, lo había tenido más pendiente aún, hasta que llegó el día en que dije, me pongo y lo leo, ya no puede pasar más tiempo. Y quedé encantada con esas metáforas y esas enseñanzas que te hacen reflexionar y transportarte a las escenas maravillosas que recrea la obra del francés Antoine de Saint-Exupéry. Los entrañables dibujos del autor, que acompañan la lectura, son auténticos reflejos de los sentimientos que llegan a despertar en el lector las andanzas de Le Petit Prince. 

Los cuentos son una de las mejores lecturas en las que podemos invertir nuestro tiempo. Son instrumentos, muchas veces, aún más didácticos, enriquecedores y esclarecedores que cualquier libro normal, por muy best seller que éstos últimos sean. Los cuentos son historias que nos transportan a un mundo, casi siempre irreal, pero donde ocurren cosas que podemos llegar a identificar con nuestra propia vida. Los cuentos contienen moraleja y apreciaciones que replantean el mundo en el que vivimos y cómo los acontecimientos que nos ocurren o que nos rodean nos afectan o, incluso, cómo nuestros actos repercuten en los demás.

La idea de que estas lecturas son sólo para niños es totalmente errónea y anticuada. Quien piense eso se está perdiendo grandes obras de la literatura que son capaces de endulzar, dirigir y alimentar el sentido más amplio que puede abarcar la imaginación de quien esté dispuesto a abrirse ante realidades, que además son mucho más grandes que nuestras creencias o pensamientos cotidianos.

La razón de hablaros de ellos es porque, últimamente, ha coincidido que he leído tres cuentos en los últimos meses que me han llegado al alma. Cada uno de ellos, muy diferentes entre sí, describe auténticas formas de vivir la vida y de encontrarle sentido. Sobre escenarios dispares, con personajes peculiares, únicos y asombrosos, en situaciones atípicas pero perfectamente reales. Los tres que os recomiendo poseen el don de hacer que no puedas despegar la mirada de sus páginas, ya que, es leerlos y entender por qué se encuentran entre los libros más especiales del mundo.

Antes de leer El principito, pude tener en mis manos El árbol rojo, no tan conocido como el primero. Había oído a mi amiga Rocío mencionarlo y, en cuanto escuché cómo hablaba de él, supe que debía buscarlo para regalárselo por su próximo cumpleaños. Y, resulta que me llevé una preciosa sorpresa al verlo. Lo habíamos encontrado Ricardo y yo por Internet, después de infructuosas búsquedas por librerías, y nunca esperábamos que fuese una edición tan bonita. Ét voilà. Aquí os dejo la imagen de una de las ilustraciones de ese inolvidable cuento, una foto que le he pedido a Rocío para el blog. 





Shaun Tan es australiano y es un maestro en crear ilustraciones acompañadas de pequeños textos que pueden entenderse, bajo mi punto de vista, como pequeños micro-relatos. En el caso de The Red Tree, esta peculiar niña de pelo rojo siempre encuentra un final feliz al final de su camino. Su lectura no deja indiferente a nadie y ante todo abre la puerta a cuantas conclusiones desees sacar de sus enseñanzas.

Y llegó Navidad y no pude resistirme. Necesitaba saldar una cuenta pendiente, la que tenía desde hace muchos más años que con El Principito. Creo que estaba todavía en el instituto cuando me lo compré y aún no había abierto sus páginas, a pesar de haber oído hablar de él hasta la saciedad, sobre todo en películas. Os hablo de Canción de Navidad, de Charles Dickens. Creo que lo más encantador de este libro es que todos hemos llegado a conocer en algún momento de nuestra vida a algún Scrooge. Alguien que, por sus desprecios hacia los demás o hacia algún aspecto de la vida, nos ha generado la impresión de que necesitaba cuanto antes una noche de fantasmas (del pasado, presente y futuro) que le mostrara la vida a la que su comportamiento, para con los demás y para con él mismo, lo había abocado.

Muchas veces entiendo a mi madre cuando me dice que alegre la cara, que no me enfade o que vea las cosas de otra manera, que me tome la vida de otra forma o que no me tome tan a pecho alguna situación. Todos somos más guapos cuando nos reímos, y además proyectamos mejores sensaciones y trasladamos una mejor actitud hacia los demás. Lo tengo comprobado por personas que he ido conociendo en este tiempo atrás y, por supuesto, en mi caso propio.

Estos cuentos me han ayudado a darme cuenta de lo importante que es mirar la vida desde otra perspectiva. La posibilidad de que un cuento pueda hacer estallar tu burbuja de seguridad y entendimiento es tan mágica como la intención que movió a sus autores a compartirlos con el mundo. 



Un cuento es el todo de un universo maravilloso, creado para hacernos soñar despiertos. Ése es un regalo que nunca deberíamos ignorar. Es por eso que os invito a leerlos, a sacar vuestras propias conclusiones y a disfrutar tanto, o más, de lo que yo lo he hecho con ellos. Nunca dejéis de ser niños, ni de cometer pequeñas locuras, porque, como dice mi amigo Pedro, esa es la actitud.

Y...hablando de leer... me ha hecho mucha gracia el vídeo que nos ha enseñado hoy nuestra profesora de inglés, con motivo de la cercanía del Día de San Valentín. Me encanta el final :) por aquí os lo dejo tambien.


Feliz fin de semana 

lunes, 9 de febrero de 2015

Aquella estela cargada de deseos




Existen momentos en los que alcanzas la perfección. Segundos, instantes, chispazos de magia. Como ver el naranja de un atardecer mientras te bañas en el mar o tumbarte bajo una manta de estrellas al abrigo de la noche, y esperar a que pase el fugaz destello por el firmamento. 
 
Qué bonitas son las estrellas, aún más cuando, en su estela, se llevan nuestros deseos más ansiados. La noche está en silencio y nuestros ojos miran de extremo a extremo, nunca somos capaces de recorrer tan rápido el cielo como cuando esperamos tener la oportunidad de ver una estrella fugaz. La paciencia y la espera batallan con el clamor interior del que desespera por una luz en el cielo. De repente gritamos, rompiendo el silencio de la noche.

 -¡Ahí está!, ¿la has visto?, le decimos al que tenemos al lado
-Acaba de pasar por allí (y señalamos con el dedo el punto donde se ha perdido el destello)

Y nunca estamos seguros de haber formulado bien nuestro deseo, pero sabemos que la estrella nos ha leído la idea en el pensamiento. Después, nos marchamos a casa con la tranquilidad de haber visto un espectáculo maravilloso de bailes y luces, que ha sido capaz de embellecer aún más el silencio de la noche y el paisaje que nos protege.

Pocas veces miramos algo con tanta intensidad, esperanza y felicidad. Así, cada vez que la oportunidad de una nueva noche como esa vuelve a surgir, más me convenzo de que no quisiera jamás mirar una estrella sin sentir un escalofrío. 




Qué fue de ti, amor
que ya no me hablas.
Quizá, por miedo,
tienes tu boca callada

Silencio, y sin embargo, te oigo,
pero no logro entender nada.
Si te fuiste por amor, te llamo,
como lo haría la estrella a la luna acaramelada

Sigue brillando en la noche,
como tú solo sabes hacerlo,
que yo, mientras, haré un hueco en mis brazos.
Si quieres venir, ¡hazlo¡





Y hablando de apreciar lo que vemos, me ha venido al recuerdo este pequeño relato que escribí hace tiempo. 


Soñar despierto

Soñar despierto, solo es tesoro de unos pocos. Lucas sabía bien qué significaba. No sabía cómo era el color azul, sin embargo, a menudo frente al mar, dirigía sus ojos al cielo, tomaba aire y soñaba con volar. Y algunas veces lo conseguía. Negándose a vivir entre tinieblas, comenzó a imaginar…

Estaba amaneciendo. Un nuevo día de verano se empezaba a dibujar en el horizonte. La belleza del mar infinito, en contraste con el cielo azul acaramelado, cortaba la respiración en sus pulmones y envolvía el aire de múltiples emociones. Hasta la luna dejó en soledad a las estrellas, para acompañar al sol, hipnotizada de envidia ante ese espectáculo de luces y sonidos, solo perceptible en el corazón del que sueña despierto, del que encuentra la felicidad en el abrigo del sol, del que se alimenta de un momento de sensaciones únicas e indescriptibles. Lucas se sintió privilegiado por ello, pues éstas llenaban cada poro de su piel dando luz a su oscuridad.

El aire, extasiado de riquezas naturales, dibujaba a su paso armonías que se adivinaban en el horizonte. Lucas respiró todo aquello, sentado sobre la textura de la arena granulada, sin más ruido que el del movimiento de las olas. Parecía como si el mundo se hubiese parado en ese instante, dejando ver todo su esplendor. Se dejó llevar, recreando en cada rincón de su alma, la paz que solo se encuentra en un recuerdo escondido en los pensamientos más dulces. Y el tiempo, atrapado en un reloj de arena y agua, tan fugaz, siempre como un suspiro, se paraba ahora inquieto a disfrutar con ese joven de aquella escena, como sacada de los más preciosos cuentos. 

Más tarde, su amiga le sorprendió en pleno “sueño”. 

-¿Qué haces aquí sentado? -le preguntó-. 
-Mira bien a tu alrededor -le contestó Lucas. -¿A que nunca has visto nada igual?. 
Ella, extrañada, miró a su alrededor –pero si solo es el mar- respondió.
 –Sí, y ¡he podido verlo!







"Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche" 
Edgar Alan Poe

Lo fugaz siempre es más hermoso cuando se aprecia el instante en que nos invade, y lo hace a plena luz del día o de la noche, simplemente aparece y se va, dejándonos su estela.

Feliz semana :)