martes, 8 de octubre de 2013

Destino o casualidad

Hay libros que te cambian la forma de ver la vida. Hace años leí el Alquimista, de Paulo Coelho, una de esas novelas indispensables para empezar a creer que todo es posible, que, bien pensado, leerlo no vendría nada mal en los tiempos que corren. "Cuando deseas algo el universo entero conspira para que lo consigas", una cita grandiosa para un libro tan hermoso que logra cortar la respiración. No hay que quedarse en su tradacción literal, con eso Coelho solo pretendía hacernos ver que cuando pones tu empeño en conseguir algo y cuando te esfuerzas en ello, al final la suerte, el azar, o un empuje misterioso que no sabes de donde viene, hace que ese sueño ya no sea tan imposible.

Y, curiosamente, hace unas semanas viendo el primer capítulo de la la serie Vive cantando, uno de los personajes, que presume todo el tiempo de ser optimista y que sostiene que todo en la vida es posible si se le pone empeño, decía que si deseas algo con mucha fuerza al final se cumple.

Hoy no voy a hablaros de libros ni de series de ficción, sino del mundo real, de casualidades, de destino, de azar, de un universo conspirador que asusta a la vez que fascina. Una historia con un inesperado e increíble final feliz, a pesar de haber perdido toda esperanza.

Imaginaros... Un hombre pierde a su esposa y va todos los días al cementerio a visitarla, la echa de menos e ir allí es lo único que le consuela. Con esa estampa podemos hacernos una idea del día a día del hombre, de su pena y de ese amor que durante muchos años pudo tener entre sus brazos. En una de sus visitas al cementerio ese hombre pierde su anillo de boda, aquel que nunca se quitaba, que iba con él a todas partes como recuerdo de su gran amor.

Apenado por lo sucedido, el hombre lo contó en sus círculos más cercanos, sin parar de repetir la gran pena que sentía por haber perdido algo tan valioso para él. Un día acude a su cita con el podólogo y allí vuelve a relatar el percance sufrido, no puede hablar de otra cosa. En ese mismo momento, en la clínica, habían puesto la emisora local del pueblo. Nunca la ponían pero dió la casualidad de que ese día estaba sintonizada. Tras el relato del señor, el podólogo escucha a la locutora anunciando que había sido encontrado un anillo en el cementerio del pueblo y que buscaban a su dueño. Tras haber escuchado, apenas minutos antes, la historia del hombre, no daba crédito a lo que oía. No se lo pensó dos veces, descolgó el teléfono y llamó a la radio, tenía a su lado al dueño de tan ansiada joya, la descripción del anillo no dejaba lugar a dudas, era el suyo. El hombre recuperó su recuerdo. El destinó conspiró y quiso que recuperara el anillo perdido.

Quiero creer que fue el destino el que hizo que ese hombre entrara en esa clínica contando lo que le había pasado, poco antes de que la locutora anunciara el anillo perdido a través de una emisora, que nunca solía ser sintonizada en esa clínica, y que precisamente el podólogo en cuestión lo escuchara y fuera tan buena persona como para llamar y molestarse en confirmar que el anillo efectivamente era el del hombre apenado. Quiero creer que el universo confabuló a su favor y en favor de los que desean algo con tanta fuerza que al final logran conseguirlo.
Quiero creer que las casualidades también existen por alguna razón, para lo bueno y para lo malo.