martes, 25 de noviembre de 2014

Martes



Esta mañana, a las 8:45, según el reloj de mi coche. Voy hacia el trabajo y ya empiezo a tomar la curva que me lleva a Puntalón. En el coche suena Mi alma perdida, de Amaral, una de mis favoritas. Habla de cuando nos empieza a gustar mucho alguien. Esa fase inicial en la que necesitamos saber todo sobre la otra persona, cuando los sentimientos parecen desbordarse en tu pecho y cuando quieres convertirte en espía para ver por un agujerito qué hace tu amor secreto un día cualquiera de su vida. 

“Saber lo que piensas de la vida, cuando ves las noticias…”, la letra sigue su curso, igual que yo por la carretera. Estoy tarareándola y me da por mirar más allá de la luna del coche. El cielo es espectacular. Es un techo azul celeste repleto de nubes que parecen algodones. Se asemejan a una de esas mantas calentitas que llamamos de “borreguito”. El momento me hace sonreír de oreja a oreja. Y la estampa me parece aún más bella y espectacular con el sonido de mi grupo favorito. Pienso, qué casualidad, con todos los cantantes que tengo en el disco y suenan ellos.

Ha avanzado el día. Estoy frente al televisor y veo en el menú desplegable del canal + que a las 18:30 empieza la película La vida secreta de Walter Mitty, protagonizada y dirigida por Ben Stiller. Falta una hora, así que decido esperar a verla. Busco en Youtube el tráiler. Tiene buena pinta y me suena haber escuchado buena crítica. Mejor aún, me digo a mí misma. 

Mientras que empieza, decido seguir viendo Jobs, la película que recrea el recorrido de Steve Jobs hacia Apple y qué ocurrió hasta que se hizo con los mandos de la directiva de la empresa. Os la recomiendo también, sobre todo por los mensajes que transmite, uno de ellos era: “Puedes crear tus propias cosas que los demás pueden usar. Hay que sacudirse esa noción errónea de que la vida está ahí y hay que vivirla, en lugar de abrazarla. Cambiarla. Mejorarla. Dejar tu marca. Y una vez que lo aprendas, nunca volverás a ser el mismo”.

Ya es la hora, y la película de Stiller comienza. Me quedo pegada al sofá desde la escena uno hasta el final. Y, con ella, vuelven los mensajes que hacen reflexionar: “Las cosas hermosas no buscan ser encontradas”, asegura el fotógrafo Sean O'Connell en la película. Está en el Himalaya a la espera de una instantánea que le haga conectar con el mundo que le rodea. Es simplemente sensacional, tenéis que verla si no lo habéis hecho. La banda sonora es fantástica y, además, tiene un premio Óscar, al igual que la Fotografía. No os dejo el trailer por aquí, mejor que os sorprendáis sin verlo previamente.


Comienzan los créditos de la película y me acuerdo que tengo el coche en la calle. Salgo para llevarlo a la cochera. Es ya de noche y me resulta imposible no verla. La luna nueva está menguando y es preciosa y perfecta. Ya dentro, me encuentro a mis padres charlando. Mi padre me explica cómo cerrar el cerrojo sin hacer ruido. Yo le pongo cara rara, él me sonríe y me da un beso. Y sucede. El resto del día se ha esfumado con ese beso. 

La vida está hecha a base de instantes. Y hoy se puede decir que me resultaría imposible describir todo lo que me han hecho sentir todos los que han protagonizado el día de hoy. Iba a hacer una comparación y a decir que, con tantos buenos momentos, he sido tan feliz como si me hubiera tocado la lotería. Automáticamente después, he pensado en el anuncio que dice que “Los sueños juegan a la lotería”, eslogan del sorteo. Y ante todo eso no cabe ninguna comparativa. Los sueños y los instantes son cosas diferentes, pero hay veces que parecen entremezclarse con los deseos, esperanzas, con la felicidad o con la certeza de estar viviendo algo único que sólo ves tú. Toda esa mezcla no tiene nombre, simplemente es tu esencia, algo que, como cualquier buen perfume, cada uno percibe de una manera diferente.

Estar abierta a los instantes que te completan, es una suerte que pocas veces se repite. Por eso no quería irme a la cama sin compartir con vosotros este gran día. Me siento afortunada por haber apreciado esas “pequeñas” cosas que, ante mis ojos, han brillado como si fueran lo más grande del universo. 

Y mientras escribo pienso, -Ojalá todos los días fueran así. Luego reflexiono y me digo: -Pero si todos fueran así, hoy no sería tan especial. 

Y, ahora, casi al final de este día me ronda una pregunta. ¿Hoy ha sido así porque he estado más receptiva a esos momentos o ha sido pura casualidad el que se hayan juntado todos en un mismo día?.  O una actitud ante la vida sin proponérmelo de antemano, o una conspiración del universo como diría Coelho. No quiero dormirme, porque sea lo que sea, no quiero que se acabe. 

Como diría, si estuviera delante del piloto rojo de la cámara, gracias por estar al otro lado. 

Feliz noche de instantes que despiertan a la vida