lunes, 15 de octubre de 2012

La importancia de "resurgir" y creer en tí

Es curiosa la manera de madurar del ser humano. Existen infinitas formas de hacerlo. Se puede madurar con los años o a destiempo, a base de tropiezos o chichones, a fuerza de equivocarse o de rectificar, saltándose las normas o cumpliéndolas a raja tabla, cayendo o siendo arrojados, soñando despiertos o viviendo esos sueños cueste lo que cueste...
 
No hablaré de lo que pasó los días previos al 3 de agosto de hace un año, en el que dejé de trabajar, hasta el día de hoy. Voy ha hablar de lo que más valor tiene ahora, de la persona que he conseguido empezar a construir desde ese mismo día hacia delante, pedazo a pedazo, de lo que he rescatado de mi adolescencia y que jamás debería haber abandonado, de lo que intento recoger día a día de los que están conmigo, de lo que disfruto y comparto con los demás o conmigo misma, y por encima de todo eso, de cuánto me ha costado comprender que, por muy hundido que se esté, hay que resurgir de alguna manera. Encontrar cual es la manera, es lo complicado.

A mí me ha costado, pero es que hay heridas que nos empeñamos en dejar abiertas y por eso tardan en cicatrizar. Y si te estancas, no maduras. Y si no maduras, no creces y no vives, solo ondulas por el tiempo...todos los días se hacen iguales, cuando en realidad, tienes ante las narices todo un mundo para ser feliz, lo demás ya llegará con el tiempo.

Escribiendo esto me ha venido a la mente una entrevista a Isabel Allende que leí hace unos años. Ella aseguraba en aquella ocasión: "si no pudiera escribir me secaría por dentro como una planta en el desierto". Recuerdo que explicaba que la imaginación le "había salvado de una vida vulgar", algo así como que necesitaba escribir al igual que respirar, para poder seguir adelante. Automáticamente me sentí identificada con ella. Yo llevaba desde que estaba en el colegio llenando libretitas de citas, poemas, pensamientos... cada cierto tiempo tenía que escribir, sólo para mí.

Todo empezó cuando un profe que tuve en el colegio leyó delante de toda la clase un poema que yo había escrito. Lo había mandado para hacer en casa, como deberes. Me felicitó y no me lo esperaba para nada. Era el primero que escribía y recuerdo que pasé una vergüenza terrible. Yo era de las que, por decirlo de alguna manera, pasaban desapercibida en clase (como dice la canción de Pastora, "Y qué pasa si soy del montón", que me encanta, por cierto). Menos mal que sólo tenía dos estrofas y aquel momento duró poco. Aunque, como ya comenté, todas las experiencias traen cosas buenas.

Ese mismo día empecé a "rebuscar" en casa y encontré las rimas de Bécquer y las poesías de Neruda que mis hermanos conservaban. Mientras, seguía escribiendo para mí. Pero con el paso de los años, llegó un momento en el que dejé de llenar aquellos pequeños diarios, sin saber el por qué exactamente. Sólo escribía de vez en cuando, pero con menos asiduidad. La vida da muchas vueltas, y ahora, releyendo citas, poemas, pensamientos... se abren paso más vivencias, porque ahora puedo recuperar esa costumbre tan bonita.

Hay personas que nunca dejan de creer en tí pase lo que pase, y una de ellas siempre debe ser uno mismo. Esa es la razón de que este blog por fin sea una realidad. Me he dado cuenta que uno no debe dejar de hacer lo que le gusta porque tenga la sensación de que se le cierran todas las puertas.

¿Por qué he tardado tanto en empezar a escribir este blog?, porque es ahora cuando he comprendido que necesitaba ser la persona que soy ahora para disfrutarlo.