martes, 17 de abril de 2018

Escribir es la estrategia que amarra los recuerdos


Extiendo la mano bajo la almohada y en mis dedos siento la suave textura del interior, el calor, la seguridad, la esponjosidad que aporta la redondeada sensación mullida. El relleno sabe colocarse donde debe para hacerme sentir confort entre mis dedos, hasta en las huellas dactilares. La sábana solo separa, no interrumpe, y en mi interior soy consciente de que debería levantarme ya. 

No me siento culpable por esta dejadez, a veces necesitas irte para volver. El diez por ciento de batería que suelo gastar aquí tumbada lo he sustituido por las últimas páginas de este libro donde todo pasa, el mal pasa, igual que la felicidad. Y con el final, una lágrima moja las sábanas, las hace inservibles, solo arropa la emoción.



Qué tendrán esos ratitos de más que pasas retorciéndote en la cama hasta que se te duermen las piernas. Donde los blancos se funden y tu piel es de seda, la única fibra natural merecedora de tu cuerpo. 

No es el acto en sí, es saber que no lo puedes hacer todos los días, es ese lujo sin gastarte ni un céntimo, ese placer que te reporta el tazón de fresas con nata o helado antes de dormir, es ese cambiar los cinco kilómetros suficientes para subir glúteo por esa expedición con papá que infla el corazón y ordena conversaciones y redescubre tu figura paterna una y otra vez.

 

La vida es simplemente “dejarse llevar…suena demasiado bien” como canta Vetusta Morla. Suena y lo es, certifico cual notario, dando fé de cómo los sencillos caprichos hacen que la vida merezca la pena.




Eres lo que lees, así que la selección de títulos sobre obras a cerca de la literatura de confesión o auto ficción, lo llamaba Unamuno, me descubren un mundo diferente. Y leí La parte escondida del iceberg, de Máxim Huerta, Todo esto pasará, de Milena Busquets (la lágrima que os contaba sobre la cama) y quiero adentrarme entre las páginas de París no se acaba nunca, de Vila Matas o La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero. Busco mi propia confesión, confieso.


También me he comprado otros títulos que hallé a buen precio. Últimamente prefiero comprar libros que ropa. Entre las obras buscamos algo que le falta a nuestras vidas, ese "algo" que es capaz de adherirse al pericardio para envolver con él nuestro corazón.


¿De donde viene mi obsesión por las libretas?. Las sigo comprando pero, será por la madurez que ahora me da pena empezarlas sino es para anotar algo que valga la pena leer. Quizá para que a alguien pueda servirle para sentir felicidad cuando ya no esté en este mundo. Lo escrito nunca se olvida.

Las tengo en mi pequeña estantería y he colocado fotografías delante de ellas porque, si están vacías, solo los personajes que las superponen pueden darles ahora valor. Mis abuelos maternos aparecen en una de las fotografías, es sepia, está borrosa pero sus brazos están entrelazados y sonríen para ellos mismos y entre ellos. Cuán de importante es el amor.
 "Os he colocado aquí para que de alguna forma tengáis vuestro final de cuento de hadas mientras siga pudiendo teclear", les escribo para que crean lo que siempre les digo. "Saldré a la superficie si me enseñáis que, en las sonrisas evaporadas por el tiempo, en la sensibilidad de las letras hundiéndose, seré siempre esa niña que empezó a escribir para no sentirse sola"
Soy vieja y nueva, soy tinta, porque, aunque me esfuerce, parece que no puedo ser otra cosa. Hay que rendirse cuando tu interior te reclama




Si te gusta leer es porque el texto consigue arroparte, las palabras calientan. 
"A mí también me desgarra saber que no me habéis visto crecer pero las líneas se doblan a veces como los codos cuando intentan proteger otros cuerpos. Con tanto querer abrazaros se alargan mis extremidades, se vuelve más íntimo mi texto, ya no hay pena, solo amor". 
El mundo es volátil y quiero que la explosión me pille escribiendo. "Nací cuando te escribí aquel poema, abuelita, y si tengo que morir así lo haré, escribiéndote para que sigas siendo eterna".  Siempre amarramos los recuerdos como estrategia.





No quiero dejar más huella que la que vosotros habéis dibujado, sois mi veleta y ahora sopla el viento. En el mar soltaré amarras, porque dejarse llevar suena demasiado bien y ya estoy navegando sin darme apenas cuenta. 

El puerto sois vosotros, me quiero mirar en el reflejo mate de la fotografía y solo logro ver vuestros brazos amarrados para la eternidad. Es real que me abrazáis, porque lo real es lo que se siente, y lo demás es pura estrategia. 


jueves, 12 de abril de 2018

Vive tu cumpleaños como si fuera el último

Cada doce de abril es diferente, estoy en un sitio distinto, en una situación personal o profesional distinta. Estudios aseguran que la mejor edad para la mujer son los cuarenta, aún me queda mucho para constatarlo, lo dicen por eso de que ya es madura y mira a la vida con otros ojos. La única verdad absoluta que conozco es que la edad está en nuestro interior. Y como diría el anuncio, eso se nota por fuera. 

Máxima felicidad, qué es eso. Para mí está siendo hoy, doce de abril, mi cumpleaños, un día en el que madrugo y me pongo a editar un nuevo vídeo para actualizar mi canal de Youtube, sigo enviando mi currículum a medios de comunicación por eso de que la magia de este día puede atraer lo bueno más que nunca, me hago nuevas fotos porque estoy enamorada de mi nueva chaqueta (regalazo de mi hermana) de mi color favorito, me voy a desayunar aunque sea sola, es mi autoregalo y capricho, os escribo por este blog y agradezco a todos aquellos seres que dedican unos segundos para decirme "felicidades", por todos aquellos canales abiertos a nosotros gracias a las nuevas tecnologías.


¿Qué espero del nuevo año, de mis treinta y cuatro? Solo deseo que me leáis, que sigáis aquí conmigo. Me hacéis sentir cosquilleos, emociones, ternura. Felicidad. Y ¿qué haré después de publicar esto? Si me da tiempo me pondré alguna peli de esas que me gustan, donde los protas se dan cuenta que están enamorados o alguna comedia que me haga reír. 


Falta poco para el medio día, Ricardo vendrá a comer conmigo, después iremos a hacer deporte y prepararemos sushi casero por mi cumpleaños. Creo que no se puede pedir más al día. 


Gracias. Gracias por cientos de instantes. Por los momentos que nos hayan podido unir de alguna manera a lo largo de la vida. Por leerme y compartir cada historia que os traigo semana a semana. 

Porque cada día hay que vivirlo como si fuese el último y por tu cumpleaños, sea cuando sea, regálate lo que te hace feliz. Vístete de sonrisa y alegría y brinda porque un día más, un segundo más, eso que deseas es posible. 



 

martes, 3 de abril de 2018

El entusiasmo es capaz de cambiar la historia

Vives persiguiendo constantemente el entusiasmo, lo sé. Te emocionas con la historia de tu amigo viajando en globo, ves un bote de cristal y se te ocurre llenarlo de mensajes felices para, al final del año, leerlos. Matarías ahora mismo por ese vermú o cerveza en una terraza, por volver a sentir el beso esporádico de tu sobrino, por redescubrir el post-it con un "te quiero" que tu pareja te ha dejado antes de marcharse, por ver aquella película o leer ese libro como la primera vez. Vuelves a ser niño viendo la cabecera de Doraemon tantos años después.

El entusiasmo debería recetarlo el médico. El mismo Jack se lo dijo a Rose a bordo del Titanic, "solo tú puedes salvarte". Podemos, incluso, salvar a los demás. Más de una vez hemos hecho sonreír a ese vecino cascarrabias con un simple "buenos días". Y le cambia la cara, su sonrisa podría destruir muros. El día lo que necesita es tu dosis de alegría, el café de la mañana está sobrevalorado. 



La actitud positiva es la única capaz de derretir ese iceberg antes de entrar a dejar tu currículum y es experta en reconocer ese instante en el que debes huir, como os decía en La actitud que desafia a los rascacielos. Hay muchas maneras de salir a la superficie.

Justo antes de la última entrevista de trabajo me fui a correr. En cada zancada repetía en voz alta las posibles respuestas a las preguntas del supuesto reclutador. Iba recapitulando mi propia vida por aquello de que te piden que les hables de ti. Recordando los años en que terminé periodismo, en que trabajé en este sitio o en el otro. Toda mi cronología. Quería elucubrar mis respuestas, no sé por qué siempre nos ponemos tan nerviosos que luego salimos por la puerta arrepintiéndonos de no haber dicho o de haber dicho. 

A los dos kilómetros mi cuerpo me pedía parar, pero recordé cada trabajo perdido, cada zancadilla, y volvió la energía. En casa me di una ducha de esas que resucitan, y me situé delante del armario sin saber exactamente cómo vestirme. Luego, escogí la chaqueta negra, esa que sabes que te llevarías a una isla desierta a pesar de que allí no exijan "ir de etiqueta". 


El running dejó de ser una moda para ser el instrumento capaz de posicionar la actitud que necesitaba. Fue una de esas decisiones momentáneas que cambian el ritmo de la historia. Tanto, que nunca me he sentido tan segura de mi misma en el momento clave, delante de un desconocido del que, creía, dependían mis sueños.

[Los sueños no son de nadie más, tú los haces tuyos] 
Buscar el entusiasmo por la vida debería ser siempre nuestra máxima. Nuestra meta. Nuestro truco.

Las cosas que te hacen sentir bien arrastran a otras tantas como piezas de dominó, llegando a ese máximo nivel de alegría. Algunos lo llaman "subidón", otros, inspiración. Admiración. Me atrae  hasta el entusiasmo más agresivo porque envidio terriblemente a la gente que sabe "mandar a la mierda" elegantemente. Sonríen, sueltan una frase ingeniosa que hace que el otro se quede clavado en el suelo, y al mismo tiempo saben quedar como reyes. 

Con esto del entusiasmo, me he sorprendido hasta límites insospechados. Un día llegó a casa el libro que había pedido y cuando me di cuenta de que tenía un pequeño piquete en la portada, en vez de "montar un pollo", lo sentí más mío por esa imperfección. Igual que ese café de máquina puede ser el más bueno que has probado nunca o el bolígrafo souvenir que te regalaron resulta que escribe mejor que aquel de gel, que te costó casi dos euros en la papelería.

El entusiasmo existe por esa certeza que te chiva al oído que ahí, frente a ese paisaje, puedes aprovechar para hacer eso que siempre te ha hecho sentirte el más feliz del universo.  


Porque el entusiasmo no solo es la razón de que viajemos, es también el culpable de que queramos vendar los ojos a alguien para sorprenderle en un destino. Ese fervor no solo lo encuentras subida a una montaña rusa, se esconde donde menos imaginas. 

[Casi siempre está bajo tu piel, en lo que te emociona]
Y no importa el lugar ni tus motivos, el tiempo que dura o que los demás no vean ni sientan ese instante como tú. Si te hace feliz, eso que te hace levantarte y bailar cambiará el curso de tu destino.

"Cada quien debe dotar de sentido su vida. Estar en contacto con su propia naturaleza. Nunca debe faltar la esperanza. Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad"      
Jonathan y Angela Scott (fotógrafos en Kenia)