miércoles, 23 de enero de 2019

La esperanza que nos mantiene unidos a Julen


Es un miércoles de enero gris en Málaga, el ruido del viento me sorprende haciendo crujir la ventana que tengo a mi lado. En mi ordenador busco la última hora sobre el rescate de Julen. Hoy no ha sonado el móvil.

El pasado lunes y, hace hoy justo una semana, estuve informando para diferentes medios sobre esta “obra de ingeniería humana” bajo un despliegue mediático y sobre un rescate sin precedentes. “Probablemente, la cobertura informativa más difícil de mi vida periodística”, comentaba en redes la reportera de Andalucía Directo, Ana Rufián.


Homenaje a la esperanza

Las emotivas cartas del párroco de El Palo y de un guardia civil, las mujeres que cocinan cada día comida que llega hasta el lugar donde las máquinas luchan contra el tiempo y un terreno difícil, 300 profesionales que se relevan en las tareas de rescate, voluntarios, servicio de emergencia, bomberos, vecinos que ceden sus casas para que esos profesionales encuentren descanso. Mantas que abrigan en la fría noche y caldo que calienta la esperanza. El lado humano de los que colaboran sigue indemne.

No me gustan ciertas cosas que oigo en la calle, no concibo otro desenlace que no sea la vida. Demasiados contratiempos como para pensar en otro final y, sin embargo, cada vez se hace más difícil. Pero debemos perseverar en la vida por esos ocho mineros de élite, expertos en supervivencia para los que "no decae el ánimo". Por ellos y por la tarea a la que se enfrentan, los riesgos, la atención de medio mundo. Porque, según su máxima “ningún compañero puede quedarse nunca dentro”. Y Julen ahora es ese compañero.


Todos consideran a Julen su hijo. Como periodistas nos piden paso para dar titulares, exclusivas y entrevistas, buscamos por doquier protagonistas en los pueblos, en los voluntarios, en los trabajadores. Tras nueve días de trabajos y sin saber (porque ya no se atreven a darlos) nuevos plazos de tiempo para dar con el pequeño, todo nuestro trabajo se hace más complicado. 


Y en esos fríos directos de la noche, cogiendo con las manos heladas el micrófono, al mirar a cámara y darle la espalda a la sierra para que ésta y las máquinas a lo lejos puedan ser vistas por los telespectadores, ese “ojalá” que nos sale en la última frase, se congela también. Porque la vida no duerme allí arriba y la esperanza se mantiene fría para aguantar todos los días que quedan en este rescate.



En este parón laboral, mi casa resulta aún más fría y demasiado grande. Me asusta el ruido del viento con tanto silencio. No dejo de ver conexiones en directo, siguiendo cada trabajo de mis compañeros. Aprendo de ellos porque amo mi trabajo y sufro con ellos porque sé lo que es pasar tantas horas persiguiendo claves de información.


Nunca olvidaré aquel día de directos, tres días después de que Julen cayera a ese pozo. El recuerdo y la emoción de los momentos en que María Rey, Lourdes Maldonado o Nieves Herrero, grandes periodistas a las que llevo tantos años admirando, pronunciaron mi nombre para darme paso desde Telemadrid y Onda Madrid: “Paqui López, última hora”. A pesar del gran momento profesional, no dejaba de pensar en que un niño nos esperaba a todos a tantos metros de profundidad. Pensaba en su inocencia.  

Cada vez que le daba la espalda a la sierra solo pensaba en volver a encontrarme de frente a la excavadora naranja que veía en la lejanía. A nuestra derecha, almendros en flor que nos sorprendían por esa belleza natural en medio de la tristeza que se respiraba. Comprendes que la vida continúa a pesar de paralizarse.

Aquel miércoles el teléfono sonó a las siete de la mañana y llegué poco después hasta el cruce donde ahora han instalado carpas para las ruedas de prensa. Buscando a mi cámara, me fijé en un cartel que ponía Olías.


"En Granada hay otro Olías", le dije a un compañero. “¡Ay!, no lo sabía”, me contestó. Mi abuela materna era de allí. Tengo una foto suya junto a mi abuelo como talismán.  La beso cada vez que suena el teléfono para ir a trabajar, se ha convertido en un ritual de los sueños que se cumplen. Y allí, en la Sierra de Totalán, volví a crear un sueño bien distinto, el sueño de la esperanza.

Al ver aquel cartel supe que mi ángel me estaba mandando una señal. “Es tu momento, pequeña”, sentí que me decía mi abuela María. Julen también tiene un ángel muy especial, lo dijeron sus propios padres aquel mismo miércoles en rueda de prensa. Y todo un halo de confianza me inundó y aún perdura. 


Todos tenemos ángeles. Porque mi mano, como la vuestra, va hacia Julen (#mimanoajulen se hace viral). Entre todos, de alguna forma, ya lo hemos rescatado de aquel maldito pozo con la imaginación aunque ésta pelea con la impotencia de saber que hay peligros en esta vida que desconocemos y contra los que hay que luchar.  

El homenaje a la esperanza debe continuar. Ese corredor de la vida, esa galería, está a punto de construirse y, aún sin ser real ya lleva 11 días llena de almas en vilo soñando con el titular que anuncie la vida y diciéndole adiós a otra posibilidad. 

"El sol del atardecer nos ofrecía estos rayos de esperanza y así los captó mi compañero Víctor Narváez", Ana Rufián


3 comentarios:

  1. Maravilloso, cómo siempre y además muy emotivo como no podía ser de otra manera

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  2. Maravilloso, cómo siempre y además muy emotivo como no podía ser de otra manera

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  3. Como siempre y muy a pesar de las circunstancias, extraordinaria. Un abrazo paqui.

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