Una chica entra en el portal de
enfrente. Apenas me da tiempo a ver unos centímetros de su espalda. A esta
distancia, de todas formas no hubiera podido darme cuenta de qué color son sus
ojos o si la reconozco entre la pequeña lista de vecinos que he retenido en la
memoria desde que vivimos aquí. Solo sé que llevaba un gorro de lana rojo.
Sí me dio tiempo a notar que el gorro llevaba pompón. Cuando era pequeña los hacía con mi madre, con los restos de lana que le sobraban.
Nunca me salían presentables. Unos rabitos siempre acababan siendo más largos
que otros y cuando intentaba arreglarlos a base de tijeretazos más lo extraviaba.
A pesar de mi impulso por ser creativa, nunca conseguí darles utilidad. Los hacía porque me recordaban a un llavero
que tuve en la infancia que parecía un erizo, solo que sus "espinas" eran de
goma color tostado. Tocarlo me agradaba,
hacía la función de esas supuestas pelotas anti estrés que al final no usas. A veces te tranquiliza
lo más inesperado.
Aquel segundo de expectación ante
la pequeña aparición del gorro rojo con pompón me hizo pensar en esa clase de felicidad
que se lleva puesta. Como ponerse un abrigo color mostaza, o verde, en pleno invierno,
desafiando la oscuridad temprana de las tardes que parecen noches. O como
atreverse con un jersey amarillo o una bufanda a rayas de colores vivos.
Los contrastes son felicidad. Por
eso nos gusta fotografiarnos con sombrero, con el fondo del ajetreo de una
ciudad e intentar darle ese aire cosmopolita a nuestro atuendo, en combinación con el fulgor de la
calle. O captar ese liberador momento de echar al aire las hojas del otoño mientras tu bufanda se confunde
con los tejidos de los árboles.
Es importante elegir cada día lo que te hace sentir bien, en todos los sentidos. En lo que respecta a la ropa, para la japonesa Marie Kondo, autora de La magia del orden, la clave es doblarla de forma vertical. Recuerdo que mi madre ya me descubrió ese truco hace muchos años para hacer la maleta y que te quepa todo.
"En tu armario sólo deben estar las prendas que te hacen feliz", según
Kondo. Una bonita síntesis y fusión de significados. Tras la euforia de las compras de
reyes y de las rebajas, no esperas que la paz te llegue ordenando el armario. Pero qué tal si nos reconciliamos con la ropa que ya tenemos.
Marie Kondo nos invita a que
agradezcamos a cada prenda (y objeto de casa) haber formado parte de
nuestras vidas. Lo de su propuesta de cerrar los ojos y sentir el aura del
hogar me fascina. Lo cuenta en su programa de Netflix. En cada
capítulo, visita la casa de familias con
problemas con el orden.
Sin llegar a obsesionarnos a lo Monica Geller, el orden y la limpieza cambian nuestras vidas. Cada
vez que veo las dos cajas con mis camisetas dobladas en vertical, localizables a un golpe de vista me enamoro nuevamente de mi armario.
No sé por qué me fijé en aquel
gorro rojo. Tenía la cabeza en mis cosas, y, de repente, mis pupilas
simplemente de abrieron en ese segundo. Quizá sea
cosa de mi obsesión por los pompones desde la infancia, o por los contrastes que me inspiran alegría, pero, creo que aquella
mujer o llevaba la felicidad puesta o había salido a buscarla.
Puede que regresara a casa de encontrarla. Puede que ya llevara la prenda en su armario mucho tiempo y que cada vez que tenga ese gorro entre sus manos sonría. No está mal teñir de vez en cuando el invierno de tu color favorito.
Puede que regresara a casa de encontrarla. Puede que ya llevara la prenda en su armario mucho tiempo y que cada vez que tenga ese gorro entre sus manos sonría. No está mal teñir de vez en cuando el invierno de tu color favorito.
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