sábado, 9 de septiembre de 2017

Hola septiembre



Encima de la mesa, un marco grande de Ikea a la espera de inmortalizar algún momento de la boda, una caja de pañuelos de papel de esos que se empujan unos tras otros hacia el exterior, la carpeta con los apuntes del máster, el estuche con bolígrafos y rotuladores, la biografía de Obama Los sueños de mi padre que saqué de la biblioteca para documentarme, una guía de expresiones en inglés para hablar como un nativo, cuatro libretas que, intento organizar para cada cosa y que al final van dedicadas casi siempre a anotar la vida, como diría la niña Clara de Allende en la Casa de los Espíritus, otra carpeta de currículums impresos y este ordenador, lleno de documentos Word abiertos y medio escritos que no sé cómo acabaran o si tendrán algún final. Resultado: ahora río más que nunca por cualquier tontería y siempre me apetece estar descalza.


Bienvenido septiembre. Es apasionante tener tantos frentes abiertos pero igual algo frustrante el llevar toda la semana escribiendo cosas para el blog y que, finalmente no logre dar con la tecla de qué os puede gustar leer o qué me convence a mí contar. Así que he decidido deponer las armas y dejarme vencer hacia lo evidente: el caos de mi vida en el que busco constantemente una rutina que me ayude a ordenar tantas ideas que me surgen a diario. Ese caos que he aprendido a amar fervientemente y que, tras unos días de vaivenes acaba sorprendiéndome y dándome la solución para todo y aclararme las ideas. Así que mantén la calma Paqui, todo llega y será maravilloso. 

Empieza el curso, aunque para mí continúa la vida igual y no entiendo tanta expectación por parte de algunos que dicen, literalmente, que es “como si empezara un año nuevo”. Hablan de nuevos propósitos, de abandonar cosas para emprender otras, dicen adiós a las vacaciones porque ya no verán la playa en mucho tiempo, de irse a otra ciudad porque vuelven a la vida normal y rutinaria. Y, ¿qué hacemos las personas que no nos identificamos con ninguno de esos perfiles?. Me siento en tierra de nadie, sigo en modo Zen y rollo chill out. Esto último es por culpa del libro de inglés. Por ejemplo, chilled se suele utilizar con el sentido de tranquilo, relajado y "serve chilled" es aconsejar servir frio alguna bebida. Curioso.

Últimamente no veo apenas la tele, me parece ahora menos interesante. La he sustituido por los libros y Netflix porque me he aficionado a ver series (además me ha venido bien este cambio, se nos rompió el TDT y no podemos cambiar de canal y solo podemos ver la Sexta, de ahí que vuelva a hacer sobremesa con Zapeando). 

En definitiva, me paso horas intentando que todas las cosas de mi mesa tengan orden, función, sentido y, por supuesto, continuidad. Y así voy, leo, escribo, voy a las entrevistas de trabajo que surgen (no es que lluevan), anoto ideas de cosas que quiero hacer/escribir/cumplir, etc, y no porque sea septiembre (lo hago como costumbre). Elaboro batidos y aprendo a cocinar, sigo yendo a la playa, sigo corriendo (o andando) al aire libre porque además, según he oído, ahora todo el mundo está yendo en tropel a los gimnasios a apuntarse. 

Al decir la palabra vacaciones, no os lo vais a creer, pero me he dado cuenta que las verdaderas vacaciones (entendidas como desconexión total) que he tenido nunca han sido las que tuvimos las dos noches y tres días que pasamos Ricardo y yo en Cabo de Gata a comienzos de este verano.


Silencio, playas bellas hasta decir basta, gente que va a su bola y no te molestan y que además son cívicas y mantienen los paisajes limpios, cama balinesa frente a piscina desierta con una 1925 fresquísima al lado de mi gran compañero y reciente marido, mente (sorprendentemente en mí) en blanco, naturaleza, quietud, pueblos pequeños con encanto, escasez de turistas, paz absoluta mientras buscas calas perdidas… Qué tiempos aquellos. Como si hubiera pasado una vida entera. ¡Y fue hace dos meses y poco! (he tenido que contarlos, así que para algunos eso ya es síntoma de “eternidad”).

Es que a veces todo parece confabularse para que el instante sea perfecto (a menudo me sale una vena muy Paulo Coelho). Tengo que decir que la predisposición al viaje ya apuntaba a éxito. Siempre había deseado visitar y conocer Cabo de Gata. Cada verano que pasaba sin ir era como una tortura o, dicho de otro modo era como “la muerte a pellizcos”. Perdonadme, hay expresiones que escuchas y que te hacen tanta gracia que nunca más se te olvidan (aunque nunca pensaría que fuera a escribirla y menos en el blog). Gracias María.

Dicho esto, os recomiendo cien por cien este maravilloso destino que, tengo claro, volveré a visitar porque aún nos queda mucha costa almeriense que ver. 

Quedamos enamorados sin remedio de Los Escullos, Los Muertos y Cala del Moro, tres destinos ineludibles. Sentir en la piel la fina arena y las aguas turquesas de estas playas ha sido una experiencia inolvidable. Sentarse en la orilla a mirar el horizonte sin fin rodeados de estos parajes naturales ha sido un auténtico regalo para los sentidos. 



Sin duda tres días exprimidos al máximo. Hasta tuve tiempo de ponerme mala de la barriga y pasar media tarde tirada en la cama sin fuerzas ;P pero de eso ya, ¿quién se acuerda?. 




Me despido con estas fotos y prometo volver con menos caos desordenado y más caos del que soléis ver por aquí, ese que me mueve a escribir sobre las cosas más bonitas que me ocurren. Pronto volveré a la carga.

Suerte en los exámenes de septiembre y en los proyectos que emprendáis. Empiece ahora el año o no, cada día del calendario es perfecto para reconectar contigo mismo. Aprender a vivir la sonrisa que florece a partir de esos instantes que la vida te da, a modo de brisas reconocibles y cielos azules llenos de posibilidades, ofrece expectativas tentadoras si sabes aprovecharlas. Cada despertar es, sin más, una nueva oportunidad de valorar lo que tienes cerca y la gran cantidad de cosas que puedes hacer con todo eso.