Nunca he tenido arraigado
el sentido de la aventura, pero cada vez que leo en alguna parte “cuidado con lo que deseas porque puede
hacerse realidad” me despojo de toda precaución e invoco en silencio a
todos los miedos para que hagan acto de presencia. Me refiero a esos que hacen que
te tiemblen las piernas, que hagan sacar tus inseguridades para ponerte a
prueba y que te ponen el corazón a mil, esos que acompañan a cada nueva puerta o
ventana que se abre. Y es que nunca eres algo hasta que lo quieres ser todo.
Algo parecido a ese
vértigo que se agarra al estómago y que se siente ante acontecimientos que te
cambian la vida y te la llenan de subidones de energía positiva, es lo que
estoy sintiendo al escribir este post y os explico por qué. Llevo desde el mes
de abril literalmente enganchada a Manual
de un buen vividor, un blog que descubrí hace un año y cuyo autor me tiene
fascinada por su manera de contar las cosas, con ese humor fresco
que hace que te mueras por saber más anécdotas e historias de su mundo de “Libros,
canciones, películas, restaurantes, copas, noches y chicas”, como el mismo se
describe. En las redes sociales, se identifica como el guardián entre el
centeno, el título de un libro de J.D. Salinger, y desde el mes de abril el @guardian_el_ escribe cada semana un nuevo #CosasQueNoQuieroCompartirConNadie.
Él empezó así su sección
Él empezó así su sección
Y siempre termina cada
nueva entrega con el mismo mensaje “Y
compartan conmigo esas cosas que no quieren compartir con nadie”. Después
de 6 entregas leyendo la misma propuesta no he podido resistirme, así que ahí
van algunas de esas cosas que no quiero compartir con nadie.
¿Nunca habéis estado en
algún sitio con amigos y alguien ha cogido un papel para dibujar o escribir
cualquier tontería? Pues tontería que cae en mis manos, tontería que guardo.
Ésta es una de mis debilidades, algún día la tendré en algún rincón de casa.
Ahora descansa bajo el cristal de mi escritorio, bien a la vista. Creo que mi
amigo Pedro no sabía ni siquiera qué estaba dibujando ni con qué fin, pero cada vez que observo este dibujo me cuenta algo diferente. Y la verdad es que verlo me hace sentir que mi amigo no está en realidad a tantos kilómetros de distancia.
Otra tontería que me gusta
es escribirle un mensaje a alguien y dejárselo en un post it o nota en algún
lugar por la noche para que lo vea al día siguiente. Pues hay veces que te
responde con otra tontería y ya tienes la sonrisa de oreja a oreja para todo el
día. Pues eso, tonterías que en realidad no lo son.
Me gustan las flores y
los estampados bonitos. Si no fuera así, por qué iba yo a tener una grapadora
llena de ellas.
Y, por supuesto, un
campo lleno de amapolas o flores moradas directamente me deja con la boca
abierta, aunque solo lo vea en un cuadro.
Hace poco le hicieron a mi sobrino Mario una foto en uno de estos campos y no puedo dejar de mirar lo preciosa que es.
Hace poco le hicieron a mi sobrino Mario una foto en uno de estos campos y no puedo dejar de mirar lo preciosa que es.
Vale, lo confesaré
porque en parte ya me he delatado. El morado es mi auténtico talón de Aquiles.
No es que tenga obsesión por ese color (en todas sus tonalidades), es que creo
que es el color más bonito que existe sobre la tierra. Y a las pruebas me
remito, los que me conocen saben que regalarme algo morado es acertar de pleno.
Aunque visite miles de
ciudades del mundo jamás habrá ninguna como Londres. Gracias padres por hacerlo
posible. Gracias Inma por esas flores y esos brownies de bienvenida y por acogerme
y darme tantos grandes momentos. Nunca antes había cogido un avión sola, hecho
turismo sola, nunca había comido sola en franquicias, puertas de museos o
parques frente a semejantes vistas. Nunca antes me había perdido hasta caer la
noche por barrios que no conocía en una ciudad extranjera, ni acudido a una
fiesta de Halloween en la Pachá londinense, ni ido a academias de idiomas con
gente tan cosmopolita y de orígenes tan dispares, ¿sigo? Es una inagotable
fuente de experiencias y crecimiento personal, y por eso Londres es para mí la
única.
Hay películas que te
marcan de una manera especial y eso me pasó a mí con Titanic. Gracias a ella
conocí a la que es ahora, junto a la gran Meryl Streep, mi actriz favorita, Kate
Winslet. Sabiendo lo que ya sabéis sobre mi apego a Londres, podéis imaginaros cual fue mi reacción cuando vi en la National Portrait Gallery esta foto de ella. Forma parte de una colección del fotógrafo Jason
Bell y fue tomada en 2009.
Me costó bastante salir de la sala, dediqué mucho tiempo a mirar la foto y recorría una y otra vez el pasillo de imágenes para volver a contemplarla y memorizar los detalles. Luego, al dar una vuelta por la tienda del museo allí estaban. Había postales con réplicas de todas las fotos de la exposición, así que me traje a Kate a casa. Eso fue en 2010.
Y, ya que hablamos de
Titanic, si me tengo que quedar con una escena de la película (con permiso de
la aparición estelar de mi gran Kate y su espectacular sombrero morado), me
quedo sin duda con ésta:
Y cómo olvidarme de Hugh
Grant y su papel de primer ministro británico en Love Actually. Es que esta
escena no tiene precio.
No sé si estaréis de
acuerdo conmigo pero, hay otras escenas sin diálogos, solo con música que se te
queda grabada por siempre en la memoria. Sí, reconozco que he perdido la cuenta de las veces
que he visto Orgullo y Prejuicio. Pero es que no quiero contarlas. Necesito
escenas como ésta de vez en cuando.
He oído en diferentes ocasiones
que si deseas algo corres el riesgo de
que se cumpla. Sin energía positiva
nada es posible, por eso me siento tan orgullosa de mis #CosasQueNoQuieroCompartirConNadie. Cualquier
cosa que te pellizque y te haga reaccionar es digna de esa lista.