Cambiar lo tradicional y lo que
haces siempre en unas fechas concretas, aunque ese cambio no haya venido por
decisión propia sino por circunstancias que escapan a tu control, te da la
oportunidad de ver las cosas de manera distinta. Estas navidades estoy pasando prácticamente
todo mi tiempo entre el trabajo y mi casa. Un gran catarro, que me sorprendió
la mañana justo después del día de Navidad, está haciendo las veces de
anfitrión de mi vida durante mi último fin de semana del año, días que han
estado repletos de efervescentes momentos acompañados de incontables clínex y nívea
para la nariz. Eso sí, nada me ha hecho renunciar a desayunos con regalos
incalculables, visitas a lugares que guardan grandes recuerdos, valorar todavía
más a quienes me rodean o a los que nunca dejan de transmitirme su sincero
cariño o recibir felicitaciones que llevan impresas grandes noticias (volveré a ser tita).
El día previo al festín de
estornudos, cuando creía que la navidad estaba mejorando, aproveché el día de Navidad para pasear delante de
mi antigua casa. Pasé por lugares que llevaba años sin ver, como las escaleras
que bajaba y subía todos los días para ir y venir del instituto. Parece que no,
pero tres años recorriendo el mismo camino, al final hace que le tomes cariño y
deje momentos en tu memoria imposibles de borrar. Ya no le doy importancia a lo cuesta arriba que se me hacían, sobre todo, los últimos escalones, ni al dolor de piernas al acabar. Al verlos, solo pensaba en lo volando que se pasa el tiempo y en lo mucho que echaba de menos las que conocíamos como "las escalerillas".
Al pasar tanto tiempo en casa, ya
he perdido la cuenta de las películas navideñas que he visto, esas donde los
protagonistas se enamoran impregnados del espíritu navideño o donde los dueños
de grandes almacenes se hacen pasar por el hombre de la limpieza porque así “su
vida es más rica gracias a las personas que lo rodean”. También ha habido
oportunidad de ver otro tipo de películas que hablan de grandes escritores y de
cómo su amor por la palabra escrita colma su vida de sentido. Uno de ellos,
interpretado por Harvey Keitel explicaba:
“los escritores disponen de las palabras asumiendo belleza y forma. Para ellos
las palabras son colores y el papel un lienzo”, y, delante de un atardecer lo
describe tal y como si lo estuviera escribiendo, “se hundía el sol lentamente
encendiendo el cielo de sombras ardientes, de rojo y naranja. En la distancia,
oscuras nubes desfilaban por el horizonte a lomos del viento. Pronto el día se
haría noche, y con ella caería el silencio que envuelve todas las cosas”.
Ya sabéis que en todo este tiempo
me ha encantado compartir con vosotros los instantes que me han hecho feliz,
los que me han cambiado como persona, los que me han hecho crecer y revitalizar
una y otra vez mis ganas de escribir, eso que tanto me gusta hacer. Ya me
conocéis, intento siempre servirme de lo que imagino, siento o sueño para
crearos historias reales sobre lo que creo importante de la vida, que a la vez
puedan entreteneros y haceros disfrutar.
Para el 2015 solo os pediré que
nunca apartéis la imaginación, los sueños y los pequeños detalles
verdaderamente esenciales de vuestra vida. No lo hagáis porque la única fuerza
mental que jamás encuentra límites es la imaginación. Cada uno habrá
interpretado una cosa distinta al leer la descripción de arriba sobre el atardecer y cada uno se habrá
formado su propia imagen de ese mismo atardecer. Todas son válidas a la vez que únicas y especiales, forma parte de cómo vemos e imaginamos.
Hemos visto a personas cruzar el océano por culpa
de la imaginación y hemos vivido en otros mundos debido a su hechizo. Ella es la
que nos hace grandes y poderosos, porque en ella reside la verdad de nuestros
sueños. Y no lograría divisar más calma ni bienestar, aun deseándolo en cada
suspiro. No hallaría más sensación de paz en ninguna parte de este mundo real.
La existencia de lo irreal hace posible que sucedan las cosas, porque primero
las imaginamos y, después, las creamos. La imaginación no siempre quiere decir
que se te ocurran grandes cosas, sino que llegan simplemente con desearlas,
porque antes de desear algo, primero lo visualizamos.
Ahora imagino vuestras miradas
lectoras, pensativas, algunas estaréis dibujando un abrazo de sentimientos que
ya me está llegando sin que me digáis nada. Gracias por eso. Gracias por leerme durante este 2014.
Y recordad siempre que, como diría Elvis en esta canción, es ahora o nunca...
Hasta el año que viene