Hoy es el día de la madre y quisiera abrir la ventanilla del
coche mientras llego a Motril. Lo haría justo al llegar al cruce de entrada a
la ciudad, donde hay que esperar en aquel stop peligroso, y extrañamente atractivo,
que tan bien conozco. Aprovecharía ese intermitente segundo para bajar el
cristal y sacaría levemente la cabeza, sacudida por el aire de la costa. El
salitre flotando y yo naciendo de nuevo en el Mediterráneo.
Pasaríamos después por debajo del Candelón, luego por delante
de los grandes supermercados y las franquicias. Aparcaríamos cerca de las
palmeras de la entrada y seguramente coincidiríamos con mi hermana María aparcando
también su coche. Ella subiría la música, porque estaría escuchando
alguna de nuestras canciones favoritas. Y saldríamos del vehículo a ritmo de
reencuentro, cerrando los ojos con la melodía, alzando los brazos bailando bajo
el sol de hoy, certero. La pequeña fiesta que despierta los recuerdos.
Pegaríamos a la puerta o abriríamos con la llave. Coco nos
saludaría moviendo el rabo mientras que gritamos el nombre de mamá, buscándola
por la casa. Y la encontraríamos seguramente en la cocina donde todo ocurre en
casa. Reuniones, cafés, películas a medio gas. Las compras del sábado en el
suelo. Los bailes esquivando la trona del bebé. Alfileres en el portavelas de
cristal esperando tela a la que abrazar. Charlas entorno a la isla, donde dejamos siempre los móviles y las
llaves.
Abrazaríamos a mamá mientras ese olor tan suyo, dulce e
intenso, a flores recién recogidas, llega hasta lo más profundo. Perfume
natural dibujaría corazones en los ojos.
Así debería haber sido el día de hoy.
Me viene a menudo una imagen. Mi hermana, mamá y yo sentadas
las tres en el sofá una tarde de sábado o de domingo, viendo una de esas películas
románticas que nos gustan. Que mi madre comente lo limpios que están siempre
esos porches gigantes, como el de la casa que arregla Noah para Allie en el Diario
de Noa.
Hoy es el día de la madre y siento que este lugar no me
pertenece. No debería estar hoy aquí. Debería haberse cumplido todo esto que he
descrito, profeta en mi tierra y lleno de esperanza el corazón. El olor a
mar y a flores. El baile de la vida reencontrada. El hogar. Y mamá esperándonos.
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