Es ese instante del abrumador reflejo de la
vida que hemos ido construyendo por el que doy las gracias.
La madera bajo mis
brazos, que acercan el ordenador y teclado a mis dedos, conoce de verdad sobre qué
pienso al despertar. Y pienso en vosotros, en todos los que hacéis que cuando
miro algún objeto de casa me sienta bien. Sois mi mejor decoración. Vivo
rodeada de vosotros, capaz de pensaros más allá de la incertidumbre que provoca
a veces la oscuridad. Tenéis ese poder sobre mí, sois mi luz. Pasar tiempo solo
es sentirse liberado, sin más compañía que tus certeros movimientos buscando la
inspiración para continuar hacia adelante.
Compartimos casa gracias al corazón. Esa en la que hay una mesilla de noche con nuestra fotografía, un desayuno en esa taza para comenzar
el día con energía. Una casa donde reside esa carta que te hace pensar en lo grandioso que sería un
nuevo encuentro, esas palabras que las paredes conservan para los días grises,
esa esperanza de que, cuando llegue el momento, todo eso que intentas atraer
hacia a mi nos inunde de igual forma a ambos. Porque nuestra felicidad es mutua.
Vivo rodeada de cosas
que me recuerdan vuestros nombres. Y no hay tantos nombres como grietas hay en
la vida, pero son los adecuados cuando sucumbes al instante en que te rompes para
comenzar de nuevo. Os pregunto. Quién hizo que te llamaras así, qué hizo que
llegaras a mi vida, qué sentimiento nos une, qué hace que hagas clic para leer esto que escribo. Todo
queda en suspenso cuando te recuerdo. Tu nombre, tu esencia, lo que soy gracias
a ti. A todo lo bueno que me aportas, a lo que hizo que nos mantuviéramos unidos
en este ir y venir de frenéticos cambios de caminos. No siento vuestra lejanía
ni sentí que os marchabais cuando llegó alguna despedida. Creo en nosotros y en
el tiempo que hemos compartido y compartiremos.
Qué hace que os
recuerde. Para mí todos los días son nuestro particular y especial aniversario cuando
pienso en que estamos el uno para el otro sin que haga falta decir nada. Quizá por ello sea mala para recordar cumpleaños, perdonadme. Celebro cada día que la vida te pusiera en mi camino un día en que no
esperaba tener tanta suerte. Siempre seré ferviente amante de lo inesperado.
A todos los que leéis
sintiendo lo mismo que yo siento al escribiros, gracias por estar en mi vida. A
todos los que me pedís que escriba, gracias por querer más de mí. Eso significa
que me queréis más de lo que nunca imaginé.
Querer bien a alguien
es pedirle a ese alguien que haga cosas por sí mismo, alentarlo, tenderle la
mano y pedirle de múltiples formas más oportunidades de verle feliz. Porque su felicidad depende de él mismo y un buen amigo lo sabe.
No es fácil encontrar a alguien que te pida algo así. Igual que no es fácil estar a la altura. Pero quiero satisfaceros. Quiero deciros un día: te escuché, sentí lo que me dijiste y por eso esto es tuyo también.
No es fácil encontrar a alguien que te pida algo así. Igual que no es fácil estar a la altura. Pero quiero satisfaceros. Quiero deciros un día: te escuché, sentí lo que me dijiste y por eso esto es tuyo también.
Los logros comienzan
con un instante de revelación así como la vida empieza con un sueño, igual que el cariño se activa con la química. La
que sentimos cuando nos miramos y el mundo se para.
Quiero mantenerme por siempre amiga de la ilusión. Quiero serlo también para que cuando la necesites, y me inunde aquello que me hace recordar tu nombre, le pueda pedir que cuide nuestros pasos conjuntos. Solo se le puede pedir algo a lo que nunca te abandona.
Quiero mantenerme por siempre amiga de la ilusión. Quiero serlo también para que cuando la necesites, y me inunde aquello que me hace recordar tu nombre, le pueda pedir que cuide nuestros pasos conjuntos. Solo se le puede pedir algo a lo que nunca te abandona.
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