La primera vez que fui a la
Escuela de Surf 18 nudos fue una verdadera locura. Descubrí su existencia el pasado verano cuando Patri y yo, que
desde pequeñas veraneamos en Salobreña, estábamos desayunando en el
pueblo y vimos pegado en la puerta de la cafetería un cartel donde se anunciaba
un festival. Aseguraba comida y música en directo en la playa. Nos miramos y no
necesitamos mucho más. ¿Cómo era posible que viviendo tan cerca, no conociésemos ese lugar?. En aquel momento 18 nudos era para nosotros
totalmente desconocido, y ese misterio y la tentación de una tarde al borde del
mar y con tan perfectas expectativas fueron suficientes para decidirnos a
acudir a la llamada de aquel anuncio que despertaba tan buen rollo.
Y digo que fue una locura porque cuando llegamos allí alucinamos con el ambiente. Era agosto y aquello estaba repleto de gente.
La música del grupo que en ese momento estaba en el escenario envolvía aquel pequeño paraíso resguardado entre las cañas y el río, y embovedado por un espectacular cielo azul. Las mesas y asientos blancos hechos de palets estaban ocupadas por parejas, grupos de amigos, madres con sus hijos o surfistas que habían aparcado por un día su tabla. Enseguida nos acercamos hasta la barra, pedimos nuestro plato de paella y una cerveza y, en la zona de césped con nuestras toallas, caímos literalmente al son de la música con una sonrisa perenne que nos duró varios días. Nos mimetizamos con el ambiente y naturalmente perdimos la cuenta de cuantas veces andamos los escasos metros que nos separaban del mar para refrescarnos en aquella playa a rebosar de bañistas. Inevitablemente nuestra mirada se perdía entre todo aquel ambiente mágico y tan nuevo para nosotras.
Y digo que fue una locura porque cuando llegamos allí alucinamos con el ambiente. Era agosto y aquello estaba repleto de gente.
La música del grupo que en ese momento estaba en el escenario envolvía aquel pequeño paraíso resguardado entre las cañas y el río, y embovedado por un espectacular cielo azul. Las mesas y asientos blancos hechos de palets estaban ocupadas por parejas, grupos de amigos, madres con sus hijos o surfistas que habían aparcado por un día su tabla. Enseguida nos acercamos hasta la barra, pedimos nuestro plato de paella y una cerveza y, en la zona de césped con nuestras toallas, caímos literalmente al son de la música con una sonrisa perenne que nos duró varios días. Nos mimetizamos con el ambiente y naturalmente perdimos la cuenta de cuantas veces andamos los escasos metros que nos separaban del mar para refrescarnos en aquella playa a rebosar de bañistas. Inevitablemente nuestra mirada se perdía entre todo aquel ambiente mágico y tan nuevo para nosotras.
El destino o la casualidad quisieron
que no esperara a este verano para volver a 18 Nudos y poder conocer ese lugar en
un día normal, en el que puedes apreciar la tranquilidad que parece acariciarse
en el aire. El pasado domingo hice bien en colocarme el sombrero, porque hacía mucho sol y acabé en manga corta y metiendo los pies en el agua. Nunca me privo de ese momento.
“La forma en que las olas rompen en esta playa hizo que deseara
instalar aquí la escuela de surf”, me cuenta Antonio Paquet, el dueño de 18
Nudos. Cuando escuchas algo como eso sabes que estás delante de una historia de
sueños cumplidos. Y más si cabe mientras notas cómo su mirada se dirige hacia el mar
como buscando la inspiración para lograr explicarte ese sentimiento.
Hace un lustro, antes de
instalarse en Salobreña, esta escuela de
surf plantó por primera vez sus tablas en la playa de Motril, muy cerca de Los
Moriscos, y desde entonces deleita a aficionados de este deporte y a visitantes
con la única arma que para su dueño lo puede todo, la afición por el mar y las
olas. Y digo que lo puede todo porque cuando creas algo desde el corazón y con
una pasión latente, al final todo lo que consigues es mágico. Y desde que
entras a 18 Nudos sabes que ese lugar tiene ángel.
Desde 2013 las puertas de esta
escuela están abiertas en la pequeña playa situada entre la desembocadura del río Guadalfeo y la playa salobreñera comúnmente conocida como La Cagailla y que desde hace poco se llama Punta del Río. Un
paraíso capaz de dejarte atrapado dentro de la espuma
de las olas mientras te sumerges en otra espuma bien fresquita, la de la cerveza
que Antonio te sirve en la barra.
Así es, puedes tomar algo en el pequeño
chiringuito que hay junto a la escuela, refugiado bajo una original pérgola donde
te sientes en familia. La simpatía de cuantos están por allí atrapa, es sin
duda un lugar muy especial para los amantes del mar que buscan además buena
comida. Todo lo necesario para pasar unas horas sintiendo el buen clima de la
Costa Tropical en la piel.
Lo que más sorprende de 18 Nudos es
que nació sólo como escuela de surf y ha seguido creciendo hasta ser mucho más que eso. No sólo puedes practicar surf, sobre todo kitesurf, sino que Antonio y su equipo, al que se ha incorporado recientemente el magnifico cocinero Ibra Romero junto a Mary Romera, no sabe ni puede estarse quieto y, siempre
rodeado de buenos amigos, dan rienda suelta a su imaginación para innovar y
continuar añadiéndole alicientes a aquel pequeño paraíso.
“Un día te tienes que
venir a surfear” me dice Antonio, mientras me cuenta que se han apuntado al
Certamen de Cruces de este año. Y allí los he dejado, en plena
tormenta de ideas para organizar un gran evento y agasajar a todos los que por
allí se acerquen durante esta tradicional fiesta a principios de mayo. Seguid a la escuela por Facebook y enteraros de cuando es la gran cita y las próximas actividades ;)
Es un espectáculo de emociones escucharlos
hablar, se les nota que aman lo que hacen y que están enamorados de ese hogar
que para ellos es mucho más que una escuela. Es sin duda un lugar donde pasar
grandes momentos que recuerdas con una sonrisa.
Y éstos son ellos (yo soy la de la gorra que parece que voy de incógnito). Antonio a la derecha, Ibra a la izquierda y Mary y yo al frente de la barra para la foto jeje.
No dejéis de visitar 18 Nudos Escuela de Surf, os encantará la comida de Ibra y la manera de presentar los platos y tapas (os recomiendo encarecidamente que probéis la hamburguesa, la sidra de pera y el postre con galleta cookie), os enamorará lo original del sitio, dónde está ubicado y por supuesto todas las prácticas surferas que podréis disfrutar.
Y éstos son ellos (yo soy la de la gorra que parece que voy de incógnito). Antonio a la derecha, Ibra a la izquierda y Mary y yo al frente de la barra para la foto jeje.
No dejéis de visitar 18 Nudos Escuela de Surf, os encantará la comida de Ibra y la manera de presentar los platos y tapas (os recomiendo encarecidamente que probéis la hamburguesa, la sidra de pera y el postre con galleta cookie), os enamorará lo original del sitio, dónde está ubicado y por supuesto todas las prácticas surferas que podréis disfrutar.
Si a la redactora del artículo le gusta la escuela de surf 18 nudos, seguro que está genial, porque suele tener buen gusto. Y si además hay dos buenos jefes de cocina como Ibra Romero y Mari Romera, mejor quier mejor
ResponderEliminarSi a la redactora del artículo le gusta la escuela de surf 18 nudos, seguro que está genial, porque suele tener buen gusto. Y si además hay dos buenos jefes de cocina como Ibra Romero y Mari Romera, mejor quier mejor
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