Pídeme que vaya a ver el atardecer
contigo. Mientras las piedras de la playa brillan mojadas dibujando líneas
imperfectas, el cielo irá adquiriendo cada vez más colores y el sol estará
diciéndote adiós con una suave brisa en tu rostro. Sin darte cuenta lograrás
olvidar todas las cosas banales que te han rodeado antes de ese momento de
magia. Invadido por el paisaje de olas y pueblos a lo lejos, de calas y rocas
que se intuyen o se divisan al otro lado, de la orilla que desborda y te
arrolla por dentro. Solo sabrás entonces qué es la calma y donde reside la
belleza del experimentar.
Llévame donde la espuma blanca te
acoge como un abrazo. El agua casi salpicará tus ropas y mojará todo aquello
que creías importante. Y lo demás quedará en un segundo plano al no encontrar
el final en el horizonte rosa de tus amores perdidos. La libertad para ser tú
se hará inquebrantable al abrigo del mar, y creerás que logras alcanzar lo
infinito.
Muéstrame una puesta de sol que
me deje sin habla y creeré que ya puedo morirme en paz, aunque no desee perderme más momentos como ese. Con la tranquilidad de
lo aturdido en las aguas de ese mar que un día estuvo en calma. Hay más magia
si cabe en las olas que, bravas, parecen gritarte en la inmensidad de tu
silencio. No piensas en nada, solo en el instante en que toda esa preciosidad
te invade hasta dejarte seco y a la vez completo en toda su plenitud.
Siénteme el corazón mientras
contemplo la estampa, de mares azules y grises entre rojos y naranjas. Las nubes
jugarán con los colores y las más alejadas del sol se convertirán en algodón
para proteger al cielo de esa estampida de sensaciones. Oye mi suspiro de
alegría y cómo ese momento me deja sin habla.
Regálame una pluma para describir
lo que veo, porque mi visión podría cambiar mi vida. Quiera retratarla para
siempre, aun sabiendo que no necesito contar esta historia para que ya forme
parte de mí y de lo que quiero ser. Al ver los morados y rosas del atardecer
puedo llegar a creer en mis sueños, realizables y alcanzables, que me quitan el
sueño y me llevan una y otra vez a esa playa de mis anhelos.
Quiéreme como mi gigante azul
quiere al sol y a la tierra. Como fiel acompañante de la Luna en su plenitud el
día de Navidad. Luna llena que despidió aquel día de pensamientos junto al mar
en calma. Cuántos atardeceres. Cuántas veces se puede soñar despierta con luces
y sombras. Y cuanto puede llegar a significar ese escalofrío del rocío que
sientes cuando el sol ya se ha ido. Algo se va pero a la vez algo nace. Al día
siguiente volverá a presentarse una nueva oportunidad de atardecer, con nuevas
y renovadas energías. El torbellino de lo efímero volverá a capturarte un
instante de felicidad.
Ve a la playa y acaricia el
sonido de las olas con el alma. Somos solitarios. Somos viento. Somos un
compendio de instantes. Somos ese mismo atardecer estallando en colores.