La última escena de la película
llega a su fin, pero me quedo escuchando la música que acompaña a los créditos.
Acerco el móvil con el shazam activo, me gusta la melodía. Soy
fan de esta aplicación para el móvil, es un chivato de las emociones. Y el
momento es perfecto. Estoy sola en casa y nadie me va a decir eso de –cambia, que ya ha terminado.
Nunca he entendido esa prisa por cambiar de canal ni por
salir del cine cuando la pantalla se pone en negro, justo tras la última
secuencia. La película nunca termina mientras dura la música, de hecho, la melodía que suena de fondo durante la última escena es la que luego sube de volumen con el The End. La canción, por
cierto, se llama Same mistake, de James Blunt, que habla sobre las segundas oportunidades
y sobre los errores que cometemos.
La película ya quedó en segundo lugar, Blunt ha vuelto a mi vida con su limpio acento británico y ya estoy viajando por melancólicos paisajes verdes ocultos bajo hojas amarillas. El poder de la letra de una canción es hacer que cada uno se marche lejos, a veces a sitios insospechados. Empieza la canción y la imaginación se pone en marcha, imparable y arrolladora.
La película ya quedó en segundo lugar, Blunt ha vuelto a mi vida con su limpio acento británico y ya estoy viajando por melancólicos paisajes verdes ocultos bajo hojas amarillas. El poder de la letra de una canción es hacer que cada uno se marche lejos, a veces a sitios insospechados. Empieza la canción y la imaginación se pone en marcha, imparable y arrolladora.
……….
I´m not calling for a second chance,
I´m screaming at the top of my voice
……….
La película ya ha acabado
oficialmente y me invade una extraña sensación. Cuando una película me ha
gustado me da cierta pena cuando termina, tener que decir adiós a algo que te
ha hecho sentir bien siempre cuesta. Lo bueno es que puedes volver a ver esa misma película
tiempo después, revivir con mayor intensidad esos sentimientos que te produjo
la primera vez. Te fijas en detalles que antes se te habían escapado, valoras
más la historia, le encuentras enfoques distintos, entiendes mejor la intención del guión, aprecias
la fotografía, los detalles del atrezzo, etc. Las segundas oportunidades son
poderosas.
Pero, aunque puedes ver la
película de nuevo, los momentos no vuelven a ser los mismos. Ellos siempre son únicos por sus particulares modos de sorprendernos. Es verdad que hay veces que no
gustan los finales, ellos siempre te obligan a tener que plantearte un nuevo
comienzo. Pero, ¿Qué historia vendrá ahora?. Nuevos retos. Nuevas ilusiones, o
quizá las mismas de antes que se mantienen encendidas como esas velas de broma
que, por mucho que soplas, nunca se apagan. Jamás una broma había sido tan
magnética.
La última nota suena y la cola de
renglones blancos desaparece en la pantalla. Miro hacia fuera, el sol aún
brilla en la terraza y decido salir a leer un rato. Un amigo de bigotes tristes
y ojos marrones me mira desde el nuevo escenario. Pongo el cojín en el suelo,
me apoyo en la pared. De frente y al fondo está el mar que deja de absorber
todo el protagonismo cuando mi amigo se sienta a mi lado.
Las visiones que se habían
entrelazado en mi cabeza se esfumaron vencidas por el momento. Creo que los rayos
directos del sol, ya casi sin fuerza, adivinaron que los necesitaba para volver a coger impulso, y aguantaron
un rato más para iluminar las páginas del libro que se posaba sobre mis rodillas.
Me gusta creer que algo hermoso e “imposible” puede suceder.
Mi amigo parecía disfrutar mucho con el paisaje, tanto, que su porte me hipnotizó por un segundo, asi que lo inmortalicé para la posteridad. Su pelo brillaba y
sus orejas descansaban con el silencio momentáneo. Poco a poco lo fui entendiendo todo, el nuevo comienzo había
resultado ser la mágica antesala de otra historia tranquila y reveladora.
La película
terminó y otra comenzó, la vida siempre continua.
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