Aún lo recuerdo como si
fuera ayer. Los nervios después de cuatro años de estudio que llegaban a su fin, se
mezclaron con las prisas por saber más y más de un tema que me fascinaba y que,
desde el comienzo, tuve claro. Las fuentes investigadas, los días y noches involucrada
en tantas páginas de sucesos, apellidos e historias. Llegó la fecha, era junio
de 2006, y tuve que exponer ante el tribunal mi trabajo final de carrera: La libertad de prensa y sus libertadores.
Nunca imaginé que ese trabajo volvería tan fuertemente a mi memoria.
Y, horrorizada aún por
lo sucedido en la revista satírica francesa Charlie Hebdo, no puedo dejar de
acordarme de todos aquellos periodistas, escritores y dibujantes que, a pesar
de todo, siguen empuñando un lápiz como arma de libertad. Son ellos los que
siguen luchando, el resto no debemos mirar para otro lado, porque todos debemos
ser Charlie. Y desde hoy, una imagen no para de rondarme en la cabeza, la del Arco
de Triunfo de París con un gran letrero iluminado donde se puede leer: París
est Charlie (París es Charlie) en apoyo a esas almas que, hasta el final,
reivindicaron su forma de vivir y entender el mundo.
En todo el camino de aquellas
averiguaciones y consultas de datos y hechos, para sostener los argumentos de mi
trabajo, me encontré con años y años de falta de libertad en Latinoamérica,
zona donde me encontré en aquel momento con más casos de atentados a la
libertad de expresión. Periodistas encarcelados y/o asesinados, familias
destrozadas, países sumidos en rebeliones y terrorismo, cierres de medios, políticas
injustas, manifestaciones que reclamaban justicia, rostros de indignación y profunda
impotencia y tristeza, etc. Hacer el trabajo final sobre este tema fue un
auténtico golpe de años y años de realidad cruel, que me dejó huella e hizo que
reflexionara sobre muchas cosas, en una época en la que estaba a punto de salir
al mercado laboral.
Lo que ha pasado en
París no es un caso aislado. Tal y como recoge hoy el Diario Ideal en una
magnífica entrevista del compañero Carlos Morán a un experto en terrorismo
yihadista, “en 2005, un paquistaní armado con un cuchillo entró en la redacción de
un periódico alemán que había publicado las viñetas de Charlie Hebdo e intentó
asesinar al redactor-jefe de la publicación. Y en 2010, hubo cuatro complots
contra una revista noruega, que también había reproducido las viñetas”. Lo
que más me ha impactado es la seguridad con la que el también profesor de la
UGR declaraba que “el llamado primer
mundo debe acostumbrarse a convivir con el horror yihadista porque, con las
hogueras que arden en Irak o Siria, esto va para largo”.
Periodista,
poeta y ex prisionero político cubano, Raúl Rivero estuvo muy presente en aquel
trabajo final. Muchas de sus palabras, impregnadas del sentimiento de una
tierra golpeada por la ausencia de libertad de expresión, quedaron reflejadas
en una de sus obras, llamada ´Sin pan y sin
palabras´, donde describía al Periodismo como "el instrumento que tiene la sociedad para iluminar la vida, para
sacar a debate todo lo que concierne e interesa a los seres humanos". "El periodismo", decía, "es un patrimonio de todos los hombres
de la Tierra y el derecho a opinar, una maravilla que nos distingue de los
bueyes y los corderos".
El New Yorker convirtió a la Torre Eiffiel en un lápiz gigante en
una de sus portadas (el propio monumento apagó sus luces recordando a los fallecidos) y comunidades musulmanas como la granadina alzan su voz
en contra de los crímenes que ha sumido a Francia en la más absoluta tristeza. Sólo
el periodismo es capaz de recoger todas esas voces, darlas a conocer y contar
la verdad de cuantos se han visto inmersos directa o indirectamente en estos
últimos acontecimientos. Enhorabuena a todo vuestro trabajo compañeros, al
final siempre queda la misma conclusión: un lápiz siempre será más fuerte que
cualquier arma de fuego.
Buenas días, libertad
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