Si busco entre mis recuerdos estivales, en los más felices siempre hay comida de por medio. La expresión "comemos
más por los ojos" cobra fuerza en verano. Porque aunque el
calor del asfalto pueda quitar el hambre, a mí me pasa, la playa aumenta la sensación. Es dar
un paseo por las cercanías de un chiringuito, con su barquita en la puerta, con
los pulpos y los espetos dispuestos y con las artes del cocinero ya calientes,
y nuestra mirada se come toda la carta.
Ser comensal en verano, en buena
compañía y bajo la sombra que devuelva las ganas al cuerpo, es uno de los
caprichos más placenteros, no me extraña que la Costa del Sol haya propuesto esta
semana al espeto como candidato para ser
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Sí. Habría que
hacerle la ola, un tsunami, al espeto de sardinas cuál grupo de chicas, brazos arriba y abajo, rodeando a la novia en su despedida de soltera. Porque la sardina es la reina del verano, sin bandas ni coronas, salvo que te estés bebiendo una de esas cervezas mexicanas con su limoncito arriba. En algunas localidades hacen
su ruta, como Almuñécar o Torre del Mar, y hoy celebran I Día del Chiringuito.
Más que la sensación de saborear
un espeto, me quedaría con el instante en que lo veo aparecer. Ese preludio de sabor, cuando el
camarero llega con el plato sobre el que colocan el cañaveral de sardinas ensartadas y me pilla
bebiendo ese primer trago de cervecita fresquita. Al dejar el vaso sobre el
mantel el manjar está ya allí, frente a mis ojos, reclamándome.
Pero es que he seguido todo su recorrido, desde el fondo del pasillo y a través del cristal de mi vaso, y parece que el camarero ha esperado el momento clave. Se convierte ya en un ritual, como en esas bodas donde esperan que suene la música para servir los platos. Al final todo es una dulce melodía. Una nota, un instante, todo en un trago.
Pero es que he seguido todo su recorrido, desde el fondo del pasillo y a través del cristal de mi vaso, y parece que el camarero ha esperado el momento clave. Se convierte ya en un ritual, como en esas bodas donde esperan que suene la música para servir los platos. Al final todo es una dulce melodía. Una nota, un instante, todo en un trago.
Una felicidad que puede durar años, como estos encuentros con mi loca amiga.
La playa parece el escenario
perfecto para soñar, tiene un gran poder de atracción, y no me refiero a la
arena fina sobre la piel mojada. Hablo de Burt Lancaster y
Deborah Keer en De aquí a la eternidad
sin importarles embadurnarse de arena o ser tragados por las olas, o de Danny
Zuko y Sandy Olsson en Grease, porque,
aunque solo sea pequeñas escenas en la playa, esos ojos azules de Olivia
Newton John junto al azul del cielo y del agua no se olvida. El mar se queda en la retina, igual que la
sardina en el paladar.
Hablo también de Indiana Jones en
la playa almeriense de Monsul en La Última Cruzada, porque nos gusta que salga
Andalucía en la gran pantalla. Las costas andaluzas apenas aparecen en los informativos de televisión, me da
la sensación muchas veces que sólo somos noticia cuando llega una plaga de medusas. Pero como al
turista, igual que al invitado, se le gana por el estómago, nuestro primo
Ibrahim ha hecho, desde Salobreña, protagonista a este animal marino,
utilizándolo de inspiración para crear el plato con el que ha ganado el IVCertamen Astronáutico La Sirenita.
El mar es parte de la ficción
pero es siempre inspiración, como le pasó a Gerald Brenan en la costa granadina, con la playa
de la Rijana. “Vine a Andalucía como se va a una universidad, pero sin clases
ni profesores ni más compañeros que mis propios libros”, dijo en una
entrevista. Y así tendríamos que ir siempre a los sitios, abiertos a aprender,
con el entusiasmo bajo el brazo, los ojos llenos de preguntas y las manos
abiertas para llenarlas de experiencias.
Cada día tendría que ser como esa
escena de Dirty Dancing en la que Baby accede a llevar una sandía como excusa
para entrar en la fiesta de los empleados. Habría que tener todos los días la
valentía suficiente para crear oportunidades. Aunque luego metas la pata con frases poco inteligentes delante del chico
que te gusta, pero, quién sabe, lo mismo acabas aprendiendo a bailar.
Por lo
pronto voy a aprovechar que no sé si tendré vacaciones para cogerle cariño a la
pantalla del ordenador, no vaya a ser que tenga que verlo más de la cuenta.
Las expectativas cuando hacemos
mentalmente la lista de propósitos para año nuevo se queda muy corta al lado de
los planes que nos vienen a la cabeza al pensar en estos meses de buen tiempo. Pero
en algo se parecen estos planes a los propósitos: casi nunca podemos cumplirlos
todos pero siempre siempre hay un hueco para un rato de playa y un espeto.
Yo por lo pronto sigo dentro de mis fantasías cuando cojo la sandía en el supermercado, leo las últimas noticias sobre el verano desde la oficina y continúo mirando las webs de tiendas de trajes de baño aunque nunca acabe comprándome ninguno, es divertido llenar la cesta virtual.
Yo por lo pronto sigo dentro de mis fantasías cuando cojo la sandía en el supermercado, leo las últimas noticias sobre el verano desde la oficina y continúo mirando las webs de tiendas de trajes de baño aunque nunca acabe comprándome ninguno, es divertido llenar la cesta virtual.
Y da igual si lo tienes cerca un día o un mes entero, si sientes que eres de mar, éste te acompañará allá donde estés.