Los días se consumen como
caramelos la noche de la cabalgata de los Reyes Magos. Éstos se pasean en medio
de millones de caritas invadidas por la ilusión y brazos extendidos para rescatar
dulces que vuelan por los aires. Me viene ese pensamiento a la cabeza cuando miro el reloj y de repente ha pasado otra
hora y me arrepiento de no haberla consumido en algo productivo. El paso de
una hora tras otra, el mayor temor de alguien que ansía emplear talentos. Qué
error lamentarse por lo que se ausenta, cuando estoy tocando mi mejor compañero
que no entiende de cotidianidad. Qué delicia poder contarle a mi pantalla
personal mis altibajos pensamientos que no son más que productos de la nube
negra que nosotros mismos construimos y que puede disiparse con tan solo
construir otro pequeño comienzo. Es tan fácil como buscar esa cara de ilusión
cada día en el espejo y abrir los brazos a las nuevas cosas que te depara el
sol de un nuevo día. Al fin y al cabo somos unos niños empeñados en jugar el
papel de adultos maltrechos por una suerte que creemos sufrir.
Agradezco que amanezca nublado,
así puedo abrir las persianas y ventanas de este caluroso piso en el que ahora me
hallo a solas. Solo abrigada por el silencio de una calle en pleno mes de julio
por la que camina alguna mujer que viene de hacer la compra y un grupo de niños
que se dirigen con sus mochilas a alguna clase de recuperación o a la
biblioteca. Me encuentro en una de las partes de mi mundo donde asiento mi "base
de operaciones". Frente a mí, mi ordenador encendiéndose para pensar en voz alta
ante las letras de mi teclado, el público más fiel que jamás encontraré. No
necesito más para derretir mis palabras en una hoja en blanco. Siempre acaricio
estas teclas retomando por unos instantes ese placer íntimo de expresar.
Es un día aciago de pensamientos
pero el teclado igual que una roca puede salvarte del naufragio.
Qué encanto tienen las calas, que rocosas y cristalinas dejan ver toda su
belleza un día cualquiera en el que el resto del mundo se ha quedado en casa o
en la oficina. Una playa solo para ti, un color solo a tu disposición para
deleitarte en los pequeños placeres.
Solo ante una obra de arte se puede describir tan delicadamente el
color turquesa y el brillo del sol sobre el agua
en calma, porque hasta que no se vive dentro de ellos no se puede saber qué se
siente admirándolos.
Solo ante una obra de arte se puede describir tan delicadamente el
No estoy allí, es mi imaginación
que empieza a alimentarse de bellos paisajes. La nube de las primeras horas del
día quedó atrás porque comienza mi juego de niños particular. Las reglas se
basan en romper el blanco que hay delante de mí con el objetivo de llenarlo de
las formas más verdaderas que conozco, las de las palabras. Y con la liberación
de endorfinas acabó mi día aciago y amaneció mi jueves soleado a pesar del gris
que veo por la ventana. Verlo es tan sencillo como girar la cabeza a la derecha
y divisarlo entre los árboles. Pero ahora solo consigo ver el turquesa como
fondo al canto de los pájaros y el asfalto desierto. Estoy en esa cala ahora mismo porque he
decidido que ese sea hoy el escenario de mi dicha, el reflejo en el espejo y el
color en el que se transforme esta página que ya acaba para comenzar una nueva,
es sencillamente la vida que continúa y que puede ser aún más espectacular
después de despertar.
Y así, por arte de magia, solo escribiendo e imaginando, mis días crecen ricos más allá de los pensamientos que osan perturbarme. Como una niña alzo los brazos llenos de ilusión, oigo la lluvia que, leve, ya cae en el exterior y me dejo llevar ante lo inevitable. Este es mi oasis hoy, mi playa, mi lugar de regocijo donde me siento a salvo y feliz con una página más escrita en la ventana de mi verano particular.
Y así, por arte de magia, solo escribiendo e imaginando, mis días crecen ricos más allá de los pensamientos que osan perturbarme. Como una niña alzo los brazos llenos de ilusión, oigo la lluvia que, leve, ya cae en el exterior y me dejo llevar ante lo inevitable. Este es mi oasis hoy, mi playa, mi lugar de regocijo donde me siento a salvo y feliz con una página más escrita en la ventana de mi verano particular.