Esta mañana, a las 8:45, según el
reloj de mi coche. Voy hacia el trabajo y ya empiezo a tomar la curva que me
lleva a Puntalón. En el coche suena Mi
alma perdida, de Amaral, una de mis favoritas. Habla de cuando nos empieza
a gustar mucho alguien. Esa fase inicial en la que necesitamos saber todo sobre
la otra persona, cuando los sentimientos parecen desbordarse en tu pecho y
cuando quieres convertirte en espía para ver por un agujerito qué hace tu amor
secreto un día cualquiera de su vida.
“Saber lo que piensas de la vida,
cuando ves las noticias…”, la letra sigue su curso, igual que yo por la
carretera. Estoy tarareándola y me da por mirar más allá de la luna del coche.
El cielo es espectacular. Es un techo azul celeste repleto de nubes que parecen
algodones. Se asemejan a una de esas mantas calentitas que llamamos de “borreguito”.
El momento me hace sonreír de oreja a oreja. Y la estampa me parece aún más
bella y espectacular con el sonido de mi grupo favorito. Pienso, qué
casualidad, con todos los cantantes que tengo en el disco y suenan ellos.
Ha avanzado el día. Estoy frente al televisor y veo en el menú
desplegable del canal + que a las 18:30 empieza la película La vida secreta de Walter Mitty, protagonizada
y dirigida por Ben Stiller. Falta una hora, así que decido esperar a verla. Busco
en Youtube el tráiler. Tiene buena pinta y me suena haber escuchado buena
crítica. Mejor aún, me digo a mí misma.
Mientras que empieza, decido
seguir viendo Jobs, la película que recrea el recorrido de Steve Jobs hacia
Apple y qué ocurrió hasta que se hizo con los mandos de la directiva de la
empresa. Os la recomiendo también, sobre todo por los mensajes que transmite, uno
de ellos era: “Puedes crear tus propias
cosas que los demás pueden usar. Hay que sacudirse esa noción errónea de que la
vida está ahí y hay que vivirla, en lugar de abrazarla. Cambiarla. Mejorarla.
Dejar tu marca. Y una vez que lo aprendas, nunca volverás a ser el mismo”.
Ya es la hora, y la película de
Stiller comienza. Me quedo pegada al sofá desde la escena uno hasta el final. Y,
con ella, vuelven los mensajes que hacen reflexionar: “Las
cosas hermosas no buscan ser encontradas”, asegura el fotógrafo
Sean O'Connell en la película. Está en el Himalaya a la espera de una
instantánea que le haga conectar con el mundo que le rodea. Es simplemente
sensacional, tenéis que verla si no lo habéis hecho. La banda sonora es fantástica y, además, tiene un premio Óscar, al igual que la Fotografía. No os dejo el trailer por aquí, mejor que os sorprendáis sin verlo previamente.
Comienzan los créditos de la
película y me acuerdo que tengo el coche en la calle. Salgo para llevarlo a la
cochera. Es ya de noche y me resulta imposible no verla. La luna nueva está
menguando y es preciosa y perfecta. Ya dentro, me encuentro a mis padres
charlando. Mi padre me explica cómo cerrar el cerrojo sin hacer ruido. Yo le
pongo cara rara, él me sonríe y me da un beso. Y sucede. El resto del día se ha
esfumado con ese beso.
La vida está hecha a base de
instantes. Y hoy se puede decir que me resultaría imposible describir todo lo
que me han hecho sentir todos los que han protagonizado el día de hoy. Iba a hacer
una comparación y a decir que, con tantos buenos momentos, he sido tan feliz
como si me hubiera tocado la lotería. Automáticamente después, he pensado en el
anuncio que dice que “Los sueños juegan a
la lotería”, eslogan del sorteo. Y ante todo eso no cabe ninguna
comparativa. Los sueños y los instantes son cosas diferentes, pero hay veces
que parecen entremezclarse con los deseos, esperanzas, con la felicidad o con
la certeza de estar viviendo algo único que sólo ves tú. Toda esa mezcla no
tiene nombre, simplemente es tu esencia, algo que, como cualquier buen perfume,
cada uno percibe de una manera diferente.
Estar abierta a los instantes que
te completan, es una suerte que pocas veces se repite. Por eso no quería irme a
la cama sin compartir con vosotros este gran día. Me siento afortunada por
haber apreciado esas “pequeñas” cosas que, ante mis ojos, han brillado como si
fueran lo más grande del universo.
Y mientras escribo pienso, -Ojalá
todos los días fueran así. Luego reflexiono y me digo: -Pero si todos fueran
así, hoy no sería tan especial.
Y, ahora, casi al final de este
día me ronda una pregunta. ¿Hoy ha sido así porque he estado más receptiva a
esos momentos o ha sido pura casualidad el que se hayan juntado todos en un mismo día?.
O una actitud ante la vida sin proponérmelo
de antemano, o una conspiración del universo como diría Coelho. No quiero
dormirme, porque sea lo que sea, no quiero que se acabe.
Como diría, si estuviera delante del
piloto rojo de la cámara, gracias por estar al otro lado.
Feliz noche de instantes que
despiertan a la vida